jueves, 14 de noviembre de 2013

El propósito del llamado al ministerio 


Mitos del llamado al ministerio.
Somos llamados para:
1.       Recibir privilegios.
2.       Obtener autoridad sobre otros.
3.       Ganarme un título.
4.       Ser respetado y admirado.
5.       Obtener una mejor posición económica.
6.       Que no me pasen cosas malas.
7.       Que toda decisión que tome me haga feliz.

Los anteriores argumentos del llamado al ministerio no representan el verdadero sentido y propósito que Dios tiene al llamarnos del anonimato, de las tinieblas, al levantarnos del polvo, al sacarnos de la muerte y darnos vida. En algunos caso pudiera cumplirse los argumentos anteriores, pero no necesariamente es el propósito por el cual Dios nos ha llamado. Dios nos ha puesto en el ministerio habiendo sido nosotros blasfemos, rebeldes, ciegos, desnudos, pobres y mancos, por Su gracia fuimos salvos, perdonó nuestros pecados, nos dio un nuevo nacimiento y una herencia incorruptible. Cristo pagó en su totalidad el precio que nosotros teníamos que pagar ¡Cuan sublime gracia!

 Al ver hacia atrás y evaluar nuestra miserable condición en la que nos encontrábamos antes de conocer a Cristo solo podemos decirle al Señor, ¡Gracias, gracias, gracias Señor!, porque no tengo con que pagar, no merezco ser salvo, pero me amaste con amor eterno; ¿qué puedo hacer? ¿Qué quieres que haga Señor?
Tener esta actitud, es el principio de una evidencia real de haber sido salvados del mismísimo infierno y estar agradecidos por lo que Cristo hizo; de allí se desprende la respuesta del Señor a nuestras vidas:
 “Ahora, ponte en pie y escúchame. Me he aparecido a ti con el fin de designarte siervo y testigo de lo que has visto de mí y de lo que te voy a revelar. Te libraré de tu propio pueblo y de los gentiles. Te envío a éstos para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, a fin de que, por la fe en mí, reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados.”  Hechos 26:16-18

1.       Ponte en pié: Levantarse de la condición pecaminosa, dejar atrás toda pasión carnal e inclinación al mal, hacerlo con valentía, esfuerzo y auto negación continua.
2.       Escúchame: Antes de hablarle a otros el Señor quiere que primeramente lo escuchemos a Él, de allí la importancia de pasar tiempos a solas con Él en ayuno, oración y lectura de Su palabra.
3.       Me he aparecido a ti: Dios nos ha salido al encuentro, Él tomó la iniciativa cuando nosotros andábamos en mentiras y rebeldía.
4.       Con el fin de designarte: Es el Señor quién nos designa, Él nos pone en el ministerio. Nunca deberíamos atrevernos a ponernos nosotros mismos y hacer cosas que Dios no nos ha dicho que hagamos.
5.        Designarte siervo y testigo: Primeramente debemos tener claro que nuestro llamado tiene que ver primeramente con ser siervos, esclavos, ya no nos pertenecemos, tenemos un dueño: Cristo el Señor, Él es quién dicta las pautas a seguir, nos ordena que y como hacer las cosas, no está en nosotros argumentar y contradecir las ordenes del Señor, solamente tenemos que ponernos firmes como buen soldado y contestar ¡Si Señor! También, Dios quiere formar en nuestro carácter una actitud de obediencia, humildad, dependencia total y confianza plena en Él, en lo que Él es, Sus atributos y promesas que nos ha hecho. Estando claros de cuál es nuestro papel como siervos de Cristo debemos salir a anunciar las buenas nuevas de salvación y estar dispuestos aún a morir por Su causa, esto es ser testigo.
6.       Te envío a éstos para que les abras los ojos: Dios nos llama y nos envía a predicar la Palabra de Dios principalmente a aquellos que están ciegos espiritualmente, que tienen un velo que les impide ver la luz de Cristo, el enemigo ha puesto vendas en las personas que son un gran estorbo, son un obstáculo para que la verdad de Dios les ilumine y puedan ver su condición miserable y de perdición. El predicar la Palabra de Dios no tiene como propósito entretener a las personas y contarles historias de hechos pasados, es anunciarles que su condición de pecado les traerá como castigo la muerte, vivir separados de Dios para siempre, a menos que se arrepientan, confiesen sus pecados, se alejen de ellos y se vuelvan a Dios. De allí la importancia de dejarse usar por el Señor siendo vasijas limpias, apartándonos de toda iniquidad y agradando a Dios en todo.
7.       Y se conviertan de las tinieblas a la luz: El evangelio de Cristo permite que las personas vean su condición de tinieblas. Sin importar la raza, la condición social, económica, religiosa o intelectual, nada de eso sirve para sacar de la oscuridad a las personas, solamente la Ley de Dios es perfecta y capaz de convertir el alma del ser humano, cuando predicamos la ley de Dios a las personas el Espíritu Santo les trae convicción de su pecado, han quebrantado Su ley y al ser hallados culpables en el día del juicio irán al lugar de castigo que Dios ha preparado, es decir el infierno. Estando en vida todos los seres humanos tienen la oportunidad de CONVERTIRSE de las tinieblas a la luz.
8.       Y del poder de Satanás a Dios: Satanás tiene un poder limitado pero real que tiene en cautiverio a millones de personas y tiene como misión robar, matar y destruir a todos aquellos que está alejados de Dios; pero como siervos del Dios altísimo sabemos que mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo y en Cristo somos MAS QUE VENCEDORES, por tanto, está en nuestras manos el compartir la buena nueva para sacar de dudas a algunos y a otros arrebatarlos del fuego del infierno.
9.       A fin de que, por la fe en mí: En el ser humano no hay capacidad ni medios disponibles para alcanzar la salvación, solamente a través de la fe en Jesucristo y con los ojos puestos en el Autor y Consumador de la fe podemos ser salvos.
10.   Reciban el perdón de los pecados: El pecado es lo que nos separa del Dios tres veces santo, pero por Su misericordia somos perdonados y podemos tener un nuevo comienzo en Él.
11.    Y la herencia entre los santificados: Que hermosas las promesas de Dios para nosotros, cuando nuestros pecados son perdonados podemos compartir con todos aquellos que han sido declarados santos por la gracia del Señor. En la santificación, quien ha nacido de nuevo le cede deliberadamente a Jesucristo su derecho sobre sí mismo, y se identifica por completo con el ministerio de Dios hacia otras personas.

“Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.  Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.”
Hechos 26:14-18  

HHR

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