miércoles, 27 de noviembre de 2013

¡Cuidado con el espíritu de acusación! 
Por Antonio Sellés Pastor

Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos.
Guárdate tú también de él. Pues en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras.
(2 Timoteo 4:14-15)

No sé si alguno de los que lean este artículo habrá pasado por las mismas o similares experiencias por las que pasó Pablo, en cuanto a Alejandro; aunque me imagino que son muchos, porque se trata de un espíritu acusador o de acusación que sigue a todos los que sirven al Señor; y que durante un tiempo, hasta que son descubiertos, (pueden pasar años para ello) permanecen cómodamente integrados, pasando su presencia totalmente desapercibida en la Iglesia.

Estos "Alejandros" son todos aquellos, a los que se les da a conocer el evangelio de Jesucristo y abrazan la fe con entusiasmo. Se les mima y trata como lo que son, recién nacidos en Cristo; se les cambian los pañales espirituales, y se les alimenta con leche espiritual. Al tiempo, al verles que están creciditos, se les da otro tipo de alimento; se les instruye y se empieza a hablarles y a tratarles como a hombrecitos o mujercitas (que también las hay) en Cristo. Esta es la etapa en la que comienzan a sentirse importantes y hablan del que les instruye en la Palabra a todo el mundo como si fuera alguien muy especial; defendiéndole ante habladurías y chismorreos si llegara el caso.

Quieren estar siempre al lado el que les instruye, para aprender y parecerse en todo a él.

Pero siguen creciendo, “y llegan a ser tan adelantados espirituales” que aseguran que el que les adoctrina, no es la persona especial que ell@s creían, sino que le juzgan e incluso le hacen frente; llegando a negar verdades doctrinales y decisiones de la iglesia a la que pertenecen. De tal manera que pueden llegar a blasfemar y a abjurar de la fe que anteriormente habían defendido con ardor.

Y que pasado un tiempo, llegan a acusar y condenar, haciéndoles el mayor daño posible, a aquellos que les ayudaron a caminar, les alimentaron y les protegieron cuando ellos solos, por ser unos recién nacidos, (espiritualmente) no podían. Volviéndose en contra de los que en un principio admiraron y defendieron, y les abrieron su corazón.

Algun@s de estos “caldereros o acusadores de los hermanos”, llegan a abandonar la iglesia que les vio nacer, trasladándose a otra, que con mentiras y falsa humildad, (son lobos con piel de ovejas) son admitidos como a “hermanos” que se les ha hecho muchos daño; sin discernimiento de los que los reciben, para saber que se está dando cobijo a un espíritu de acusación, que al tiempo y desde adentro y causando mucho daño, se dará de nuevo a conocer.

Otr@s abandonan la Iglesia definitivamente; tergiversando y utilizando todo lo que se les había enseñado en cuanto el evangelio; convertidos en enemigos acérrimos de Jesucristo, enfrentándose a sus discípulos e intentando causarles el mayor daño posible; sin entender que el que se enfrenta a los discípulos de Jesús tiene todas las de perder, porque se está enfrentando a Él.

Este espíritu de acusación, es un contratiempo, que deben o deberán afrontar a lo largo de su vida, los que con corazón sincero sirven a Jesucristo. No olvidemos que a Satanás se le llama el acusador de los hermanos. Problema que desde la prisión y en la recta final de su vida, quiso Pablo, apóstol de los gentiles, alertar en primer lugar a su discípulo Timoteo; pero que a través de los tiempos ha servido también para prevenir a todos aquellos que tienen La Palabra de Dios como guía, para que sepan como comportarse llegado el momento.

Así que teniendo en cuenta, que no tenemos lucha ni contra carne ni contra sangre, y sabiendo además que tenemos los medios para enfrentarnos a nuestro adversario, no desaprovechemos los recursos que el Señor a puesto a nuestro alcance y hagámosle frente sin ningún tipo de temor, no solo a “Alejandro el calderero” sino a todos los que se opongan a La Palabra de Dios que nos ha sido encomendada. No dejando de proclamarla en ningún momento, ni ante ninguna situación, aunque nos sea contraria. Porque en definitiva esa es nuestra misión. (Efesios 6:11-18Sin olvidar que la Gloria es siempre para el Señor. Que el Señor les bendiga y les guarde.

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