martes, 10 de julio de 2012


ACERCA DE LA SEGURIDAD DE SU SALVACIÓN  Por Adrian Rogers 

Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios, y todo aquel que ama al que engendró ama también al que es nacido de él. En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos. Pues éste es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es Jesucristo, el que vino por agua y sangre, no por agua solamente, sino por agua y sangre.
Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan en uno. Si recibimos el testimonio de los hombres, el testimonio de Dios es mayor; porque éste es el testimonio de Dios: que él ha dado testimonio acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio  que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado  vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.
1 Juan 5:1-13
Algo básico que todo cristiano debe saber sin sombra de duda, es que es salvo. Ahora, ¿qué significa ser salvo? Primero, quiere decir que cada pecado ha sido perdonado y enterrado en la tumba del completo olvido de Dios. Segundo, quiere decir que Jesucristo por medio del Espíritu Santo viene a vivir en nosotros para darnos paz, poder y propósito. Tercero, significa que cuando muramos o cuando Cristo vuelva, iremos al hogar celestial para estar con él por la eternidad.
Todo cristiano necesita tener la absoluta seguridad de que ha experimentado la salvación. Es mejor ser un cristiano seguro que un cristiano dudoso. No podemos ir por ahí con algo así como un signo de interrogación y con la cabeza agachada, sino con un signo de admiración. No debemos decir "espero ser salvo", o "yo pienso que soy salvo", sino "gloria a Dios, sé que soy salvo".

Usted puede saberlo sin ninguna duda
            Estaba atendiendo un llamado ministerial en el hospital; una mujer estaba muriendo y me habían llamado para que estuviera a su lado y orara por ella. Le pregunté si tenía la seguridad de su salvación, a lo que respondió:
            -No.
            Le pregunté si quería ser salva y ella dijo:
            -Desde luego que sí.
            Así que con la Palabra de Dios le expliqué cómo podía ser salva, y luego la dirigí en una oración. Ella oró pidiéndole a Jesucristo que él perdonara sus pecados. Desde luego pensé que esto era maravilloso. Ahí estaba una preciosa dama, que pronto pasaría a la presencia de Dios, y ahora tenía la bendición de su seguridad de salvación.
            Me dirigí a unos de sus familiares que estaban presentes y les dije:
            -¿N o es maravilloso que ella haya sido salva y ahora vaya al cielo?
            Su yerno me dijo:
            -Nadie puede saber si ella es salva.
            Entonces abrí mi Biblia en 1 Juan 5:13 y leí: "Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna".
            Le pregunté al hombre:
            -¿Puede usted ver en este versículo la palabra sepáis? Desde luego que podemos saber que tenemos vida eterna. Como alguien bien dijo: Si usted pudiera tener la salvación sin saberlo, entonces podría perderla sin saber que la tuvo.
            La verdad sobre este asunto es que si usted ha sido genuinamente salvo, debe saberlo, y si es real, gracias a Dios, nunca podrá perder su salvación. Cuando hablamos sobre la seguridad de la salvación hablamos sobre algo de vital importancia. No hablamos de preferencias denominacionales, la altura de la torre de la iglesia o el color de la alfombra. Hablamos del destino eterno del alma humana. Hablamos de un alma eterna que nunca muere. Debemos tener absoluta certeza de algunas cosas. Para ser victorioso en su vida cristiana usted necesita poder decir: "Sé que soy salvo. Sé que soy nacido del cielo y que estoy unido al cielo".

¿Puede usted ser salvo y tener dudas al respecto?
            Pero, ¿es posible ser salvo y tener dudas al respecto? Si es imposible que los hijos de Dios pasen a veces por momentos difíciles de duda, entonces, ¿por qué el apóstol Juan escribió: "Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna"? Evidentemente algunos estaban teniendo serios cuestionamientos y dudas respecto a su salvación. Quizás otros creían que eran salvos, pero en realidad no lo eran.
            Dudar no necesariamente significa que usted no sea salvo, tendemos a dudar de lo que creemos. La duda es a su espíritu lo que el dolor es a su cuerpo. El dolor no significa que uno esté muerto. El dolor indica que hay vida, pero que algo anda mal; que una parte del cuerpo no está funcionando como debería.
            De esa manera, la duda es posible, más no benéfica. Nunca he sabido de algún cristiano que sea verdaderamente efectivo en su servicio al Señor, sin tener la completa seguridad de su salvación. Aun así, debemos admitir que los cristianos pueden tener dudas y aún así ser salvos. Sin embargo, me parece que van al cielo pero en segunda clase.

Dudo de que usted sea salva

            Una señora le dijo a un evangelista:
            -He sido salva por 25 años y nunca lo he dudado.
            -Pues yo dudo que usted haya sido salva -respondió el evangelista.
            Esto es parecido a que una persona dijera: "Nosotros hemos estado casados durante 25 años y nunca hemos tenido una discusión". No hay duda de que podemos tener dudas.
            Las dudas no son buenas para la salvación, así como las discusiones no lo son para el matrimonio. El dolor no es bueno para nuestros cuerpos, pero estas son las realidades de la vida.
            Le recuerdo que si usted está tratando de vivir la vida cristiana con dudas, es como manejar un automóvil con los frenos accionados. Respecto a su salvación, usted no necesita un "eso espero", "eso creo" o "quizás sí", sino un maravilloso "lo sé".
            En este capítulo permaneceré principalmente en la epístola de 1 Juan. En este corto libro, Juan usa 18 veces el verbo saber. Puesto que Juan escribe en este libro que podemos saber que tenemos vida eterna; entonces podemos llamarlo el Libro de la Seguridad.
La seguridad empieza con el nuevo nacimiento
            "Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios, y todo aquel que ama al que engendró ama también al que es nacido de él" (1 Juan 5:1).
            El nacimiento espiritual es muy semejante al nacimiento físico. El nacimiento físico nos da' un ejemplo perfecto de la salvación, y como todos lo hemos experimentado, podemos relacionarnos con los diferentes aspectos del mismo.
            El Evangelio de Juan nos da una enseñanza muy clara sobre este nacimiento:
''Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un  gobernante de los judíos. Este vino a Jesús de noche y le dijo:
-Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, a menos que Dios esté con él.
Respondió Jesús y le dijo:
-De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo:
-¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?
Respondió Jesús:
-De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne es; y lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: 'Os es necesario nacer de nuevo'" (Juan 3:1-7).
En este pasaje Jesús estaba hablando con un religioso llamado Nicodemo, que quería indagar sobre los milagros. En esencia, Jesús le dijo que para poder entender los milagros era necesario que él mismo llegara a ser un 'milagro. Necesitaba nacer de nuevo. Nicodemo le preguntó a Jesús al respecto, y en su respuesta Jesús le mostró algunas cosas que todos necesitamos entender sobre el nuevo nacimiento para tener una plena seguridad.
En un nacimiento ocurre una concepción. Jesús dice que nacemos de agua y del Espíritu para entrar en el reino de Dios (v. 5). El agua habla de la Palabra de Dios1, y el Espíritu se refiere al Espíritu de Dios[1]. Cuando el Espíritu y la Palabra de Dios se unen en el útero de la fe, sucede una maravillosa concepción. Esto no sucederá sin nuestro consentimiento. Nosotros debemos proporcionar el útero de la fe.
En un nacimiento hay una continuación. La vida física imparte vida física, y la vida espiritual imparte vida espiritual (v.6).
Los padres no fabrican bebés en el verdadero sentido de la palabra. Ellos transfieren la vida que les ha sido dada. La vida se transmite.
De igual manera en el nuevo nacimiento la vida de Dios se nos transfiere. El significado literal del término "nacer de nuevo" es "nacer de arriba". La salvación no sólo implica sacar al hombre de la tierra y ponerlo en el cielo, sino también que Dios sale del cielo y entra en el hombre a través de su Espíritu.
En un nacimiento se produce un carácter. En la carne, recibimos la naturaleza de nuestros padres carnales. Cuando el Espíritu y la Palabra de Dios crean en nosotros algo sobrenatural, recibimos el carácter de un nuevo ser con naturaleza divina.
Los cristianos no somos sencillamente personas buenas; somos nuevas criaturas. No somos como un renacuajo que se convierte en sapo; somos más como un sapo que se convierte en príncipe por el beso de la gracia.
Un nacimiento tiene un término. Un nacimiento es una experiencia única y definitiva en el reino natural y también en el espiritual.
Cuando un bebé nace en la sociedad terrenal, se hace un registro. En el cielo se escribe un nuevo nombre en la gloria. Esto habla de un hecho terminado.
Es importante que entendamos esto porque nadie puede jamás existir sin haber nacido. Incluso cuando el cuerpo de alguien deja de existir, el espíritu pasa sin límite de tiempo, sin fecha y sin medida, a la eternidad.
Un nacimiento tiene un comienzo. Un nacimiento es un  punto de partida. Para un pequeñito todo es futuro, todo es "mañana", él no tiene pasado. Ningún policía podrá arrestar a un recién nacido por haber cometido crímenes. Cuando llegamos a Jesús no existe el ayer, sólo tenemos "mañanas".
Sin embargo, después de nacer comenzamos a crecer. El bebé nace con todo el equipo que va a tener, ahora necesita crecer. ¡Qué bendición descubrir, desarrollar y desplegar lo que hemos recibido con nuestro nuevo nacimiento!
Un nacimiento se espera con certeza. Un nacimiento es una experiencia definitiva. Si yo le preguntara: "¿Ha nacido usted alguna vez?", dicha pregunta no tendría sentido. Pero supongamos que yo le hago la pregunta y usted me responde: "Eso espero. Estoy haciendo lo mejor que puedo". O aún más ridículo sería que me respondiera: "Yo siempre he nacido".
No, en realidad en un nacimiento hay una certeza implícita. Hubo un tiempo en el que usted no había nacido, luego llegó el tiempo en el que ya había nacido.
Hablemos sobre nuestra parte en el nuevo nacimiento. No tuvimos elección en nuestro primer nacimiento, pero sí la tenemos en nuestro segundo nacimiento. Como dije anteriormente, nosotros proporcionamos el útero de la fe. "Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios..." (1 Juan 5:1). El nuevo nacimiento ocurre cuando creemos en el Señor Jesucristo.
El clásico pasaje que lo relata está en Efesios 2:8, 9 donde dice: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe".
Este pasaje es grandioso porque en este punto la Escritura establece claramente por medio de qué somos salvos. En contraste, no podemos cometer ningún error al respecto, pues habla sobre lo que no nos salva. Por consiguiente, podemos mirarlo desde el punto de vista negativo y ver lo que no salva, y luego desde el punto de vista positivo y ver lo que sí salva.
Estos versículo s nos dicen que ni nosotros, ni nuestras obras nos salvan. "No depende de usted". "No depende de sus obras". Es simple, ¿no es así? Pero la mayoría de la gente no entiende este sencillo concepto. Si usted saliera a la calle y le preguntara a cualquier persona: ¿Irá usted al cielo?, quizás esa persona respondería: ¡Seguro!, estoy haciendo lo mejor que puedo. Piense en esa respuesta. El yo (el ego) está haciendo (obras) lo mejor que puede.

Dios no es un Santa Claus
Muchos piensan que Dios es como un Santa Claus, y que está haciendo una lista para revisarla con detenimiento y buscar quién es malo y quién es bueno. Entonces, piensan que un día compareceremos ante el trono del juicio y él pesará lo bueno que hemos hecho contra lo malo para ver hacia qué lado se inclina la balanza. La mayoría de la gente cree que llegará al cielo por su buen comportamiento.
Pero volvamos a mirar con claridad nuestro versículo. "... esto no de vosotros ... no por obras" (Efesios 2:8, 9). No es por el ego, y no es por las obras. El diablo no se rinde fácilmente y lo animará a creer algo así: "Correcto, no puedo labrar mi camino al cielo, pero las obras me ayudarán. La gracia de Dios es más lo que yo hago. Yo hago mi parte y Dios hace la suya".

No vamos para el cielo en un bote de remos
He oído a quienes creen en las obras más la gracia y usan esta ilustración: Si usted estuviera cruzando un río en un bote de remos y usara sólo un remo, llamémoslo "obras", remaría en círculos. Pero si usara el otro remo, llamémoslo "fe", remaría en la dirección opuesta. Luego, con una mirada "sabia" en su rostro, dicen: Ambos remos, fe y obras, lo llevarán al otro lado del río. Eso puede parecer una buena ilustración, pero tiene un defecto fatal: No vamos al cielo en un bote de remos. Vamos al cielo por la gracia de Dios. No por nosotros mismos o por nuestras obras.
Si usted no lo entiende, nunca tendrá la seguridad de su salvación. Si tan sólo una pequeña parte dependiera de usted, nunca tendría la seguridad. Si en algo dependiera de sus obras, nunca sabría si ha hecho suficiente. Grábese esto en el corazón y en la mente: No es por nosotros mismos ni por obras.
Mire otra vez con detenimiento Efesios 2:8. "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe...". Desde el punto de vista positivo es gracia por medio de la fe.
Entonces, ¿qué es la gracia? La gracia es la característica de la naturaleza de Dios que hace que él ame a pecadores como nosotros. Dios no nos ama porque seamos valiosos, somos valiosos porque él nos ama. Ese amor es por Su pura gracia. La gracia es algo que no merecemos en absoluto. Es el inmerecido amor y favor de Dios mostrado a los pecadores que merecen el juicio.

Gracia: Riquezas de Dios a expensas de Cristo
Una manera de comprender el significado de la gracia es cuando recordamos que hemos recibido las riquezas de Dios a expensas de la muerte Cristo; eso es la gracia. Cuando piense en la gracia, piense en Jesús, que murió sobre una cruz por causa de los pecadores que no lo merecían. No tenemos nada que agrade a Dios. Somos pecadores por nacimiento, elección y práctica, pero Dios nos ama a pesar de nuestro pecado, y ese amor se llama gracia.
Gracia es una de las palabras más bellas de nuestro lenguaje. Cuando la gente llega a entender la gracia, escribe cantos acerca de ella, tales como "Gracia Admirable" (Himnario Bautista, # 183).

Fe: Abandonar todo para confiar en Jesús
Si podemos explicar la gracia como las riquezas de Dios a expensas de la muerte de Cristo, ¿cómo explicaríamos la fe? Podemos decir que la fe es abandonar todo para confiar en Jesús. Dejamos de depender de nuestras buenas intenciones, nuestras buenas obras, nuestro sentido de autosuficiencia y también dejamos nuestro pecado. Le damos la espalda al pecado y confiamos en Dios. Ponemos nuestra fe donde Dios puso nuestros pecados, sobre el Señor Jesucristo.
Esta fe no es una simple creencia intelectual. Santiago dice que "… los demonios creen y tiemblan" (Santiago 2:19). No, es más que creer, es compromiso; yo puedo creer que un avión puede volar, pero no llego a creerlo del todo hasta que entro en él y dejó que me lleve de un lugar a otro.
Así es como obra la salvación y llega el nuevo nacimiento. Pongo mi fe en la gracia de Dios. Somos salvos por la gracia de Dios, y la fe simplemente se aferra a esa gracia. Piense en la gracia como la amorosa mano de Dios que baja del cielo diciendo: "Te amo y quiero salvarte". Es una mano con cicatrices de clavos por haber pagado el precio de nuestros pecados. Piense en la fe como si fuera su mano manchada de pecado diciendo: "Dios, te necesito". Poner su mano de fe en la mano de la gracia de Dios, eso es salvación por gracia. "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios" (Efesios 2:8).

La gracia es un regalo
Si usted efectúa un pago por un regalo, entonces deja de ser regalo. Supongamos que usted tiene un amigo llamado Jaime, que le dice:
-Te vaya regalar un auto de 50.000 dólares.
Supongamos que cuando usted ve el auto último modelo que Jaime ha estacionado al frente de su casa, usted le dice:
-Jaime, no puedo permitir que hagas esto. Es un regalo muy caro. Déjame ayudarte a pagar; te vaya ayudar con un dolar.
De esta manera, él termina pagando 49.999 dólares, y usted paga un dólar. Ahora usted se encuentra conduciendo el auto; y en el camino alguien le dice:
-Tienes un auto precioso.
Entonces usted responde:
-Sí, mi amigo Jaime y yo lo compramos.
Eso sería un insulto para Jaime, ¿verdad?



Una desgracia para la gracia
Debemos recordar que no podemos recibir ningún elogio o crédito por nuestra salvación. ¡Nada en absoluto! Todo le corresponde a Dios. Es un regalo del que no podemos jactarnos, porque es precisamente eso, un regalo. En el cielo no habrá pavos reales exhibiéndose. Cuando lleguemos allá, Dios recibirá toda la alabanza y la gloria por su maravillosa, incomparable y espléndida gracia.

Las marcas de nacimiento del creyente

Dijimos que entramos al reino mediante un nuevo nacimiento y esto sucede cuando ponemos nuestra fe en la gracia de Dios. Juan, en su primera epístola, da unas características de los que han nacido dos veces. Podemos llamarlas marcas de nacimiento del creyente. Si hemos nacido de nuevo, la evidencia estará presente. Quiero abordar tres de las evidencias que Juan menciona. Usted puede probar su salvación con ellas.

Primera: La prueba del mandamiento

"En esto sabemos que nosotros le hemos conocido: en que guardamos sus mandamientos. El que dice: 'Yole conozco' y no guarda sus mandamientos es mentiroso, y la verdad no está en él. Pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios ha sido perfeccionado. Por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él debe andar como él anduvo" (1 Juan 2:3-6).
Juan no se anda por las ramas, directamente dice: "Mire, no me diga que es salvo si no está guardando los mandamientos de Dios. Si dice que lo es, es un mentiroso",
Déjeme ser claro. Usted no es salvo por guardar los mandamientos, sino que si es salvo los guardará. Ya hemos aprendido que la salvación no es por obras. Usted no se salva por "guardar los mandamientos".
Entonces, esto nos lleva a un serio problema porque ninguno de nosotros podría atreverse a decir que desde que fuimos salvos siempre hemos obedecido cada mandamiento a la perfección.

Vigilancia de estrellas
El entendimiento de todo esto está en la palabra guardar, que viene del griego tereo, y entre sus significados está "vigilar". Fue utilizada en la antigüedad por los marineros. Los primeros marineros no tenían satélites de posicionamiento global ni señales de radio que los guiaran, y aún así navegaban por los océanos sin ruta. Al hacer esto, ellos navegaban guiados por las estrellas, manteniendo sus ojos en los cielos, a lo que llamaban "vigilancia de estrellas".
Vigilar las estrellas es muy semejante a guardar los mandamientos. Ocasionalmente cualquier marinero podía equivocarse, pues desde luego, podía distraerse y desviarse hacia una u otra dirección a pesar de haber estado vigilando las estrellas.
Cuando guardamos los mandamientos, nos guiamos por ellos. Eso no se refiere a perfección sin pecado porque nadie es perfecto a excepción de Dios. Pero quiere decir que el deseo de nuestro 'corazón es guardar la Palabra de Dios. Desde el momento en el que recibí a Jesucristo en mi corazón, ha habido en mí el deseo de guardar la Palabra de Dios.
Hay un par de cosas más en 1 de Juan que nos podrían causar problemas: "Todo aquel que permanece en él no continúa pecando. Todo aquel que sigue pecando no le ha visto ni le ha conocido" (1 Juan 3:6).
"El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto fue manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él, y no puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios" (1 Juan 3:8, 9).
Usted dirá: "No creo que sea salvo porque sé que la capacidad de pecar está dentro de mí". De nuevo tenemos que estudiar un poco, ya que hay una respuesta adecuada. "El que practica el pecado", está en tiempo presente y habla de un curso de acción habitual. Juan dice que un hombre nacido de Dios no hace del pecado una práctica, no es su estilo de vida ni un hábito. No quiere decir que no puede pecar sino que no continúa pecando; ya no practica el pecado.
Permítame presentarle el siguiente testimonio: Antes de ser salvo yo corría hacia el pecado. Desde que fui salvo, huyo del pecado. Puedo caer, puedo deslizarme, puedo fallar, pero el deseo de mi corazón es vivir para Dios.
Lo que Juan está diciendo es: "Si te llamas cristiano y no estás siendo dirigido por los mandamientos de Dios y llevas una vida pecaminosa sin ninguna convicción, sin remordimiento, sin contrición, sin inquietud, entonces, no te hagas llamar cristiano, porque no lo eres".

Segunda: La prueba del compañero

"Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte. Todo aquel que odia a su hermano es homicida, y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permaneciendo en él" (1 Juan 3:14,15). Recuerde que cuando creemos en el Señor Jesucristo, nacemos de Dios, tenemos una nueva naturaleza, la naturaleza de Dios. Recuerde también que estamos en la familia de Dios y que también tenemos hermanos y hermanas.
Así que si yo soy nacido de Dios, automáticamente el amor estará en mi corazón, pues Dios es amor. Al ser hijo de Dios somos partícipes de la naturaleza de Dios. No necesitamos una calcomanía para nuestro auto o un prendedor para demostrar que somos cristianos. Jesús dijo: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros" (Juan 13:35).
Puesto que la naturaleza de Dios es amor, esto es una característica de sus hijos. Si lo amamos y su amor está en nosotros, entonces amaremos a los que él ama, es decir su amada familia. Esta es la razón por la que no es posible decirle sí a Jesús y no a su iglesia. Muchas descripciones y analogías describen la iglesia:
• La iglesia es un edificio y Cristo es el fundamento. ¿Quién puede aceptar el fundamento y no aceptar el edificio que descansa sobre el fundamento?
• La iglesia es su novia. ¿Quién puede aceptar al novio y no aceptar a la novia?
• La iglesia es un cuerpo. ¿Quién puede aceptar a Cristo que es la cabeza, y no aceptar al cuerpo?
Es así que una de las señales de los que han nacido dos veces es que se aman los unos a los otros.
Esto no significa que todos seamos amables por naturaleza, más bien por naturaleza no lo somos. Una iglesia está compuesta por personas que han reconocido que son pecadoras y se han unido con el fin de hacer algo al respecto. Han resuelto vivir una vida de búsqueda de la dirección de Dios amándose las unas a las otras.
Todos estamos en varios puntos de nuestro crecimiento espiritual y de nuestra santificación. Quienes están con nosotros en la iglesia y están siendo guiados por el Señor pueden estar temporalmente fuera de curso; como los marineros en tiempos antiguos, pueden fallar, pero están con nosotros a bordo y son nuestros hermanos y hermanas. Amar a Jesús es amar su iglesia. Perseguir su iglesia es perseguir a Jesús.
La Biblia nos habla acerca de un hombre llamado Saulo que iba camino a Damasco a arrestar cristianos, cuando de repente "… le rodeó un resplandor de luz desde el cielo. Él cayó en tierra y oyó una voz que le decía: 'Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?' "(Hechos 9:3, 4). Saulo pudo haber dicho: "Quien quiera que seas, no es a ti a quien estoy persiguiendo. Estoy persiguiendo a la iglesia". La verdad al respecto, sin embargo, es que cuando alguien persigue a la iglesia, persigue a Jesús. Rechazar a la iglesia es rechazar a Jesús. Amar a la iglesia es amar a Jesús. Esa clase de amor es una marca de nacimiento del creyente.

Tercera: La prueba de la confianza

"El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo" (1 Juan 5:10). Esta es la mayor y más fuerte prueba, y todas las demás parten de esta.
La convicción bíblica (confianza) no es sólo un ejercicio intelectual. Usted no cree acerca de Jesús, usted cree en Jesús. Usted puede creer que un avión puede volar, pero confía en él cuando sube a bordo. De nuevo le recuerdo que es más que aceptar intelectualmente algunos hechos que nos salvan.
Observe también que este versículo está en tiempo presente. No dice: "El que ha creído". Dice: "El que cree". Nuestra confianza siempre debe estar en tiempo presente.
Algunas veces surge la pregunta: "¿Es usted salvo?", y la respuesta es: "Sí, lo soy. Recuerdo que a los nueve años caminé hacia el altar de la iglesia para darle la mano al pastor y mi corazón a Jesucristo. Puede que ahora no viva para Dios, lo admito, pero sé que soy salvo porque recuerdo lo que hice a los nueve años. Recuerdo que creí en Jesucristo".
La Biblia nunca usa tal experiencia como prueba de salvación. Nunca se enfoca en algún suceso del pasado en el que hayamos creído en Jesucristo. Siempre trata con nuestra confianza presente.
Es interesante cómo mucha gente quiere volver a un evento del pasado. Algunos incluso dicen: "Si usted no puede mostrarme el sitio y decirme el momento cuando recibió a Jesucristo como su Salvador personal, entonces no es salvo". Pero en esto hay un error: No es bíblico y por lo tanto no es así.
La Biblia nunca dice que usted sabrá que es salvo por algo que recuerde del pasado. Dice: "El que cree" (tiempo presente); así de sencillo. Si usted está creyendo, entonces hubo un momento en que verdaderamente creyó.
La pregunta es: ¿Está usted creyendo en Jesús ahora? Algunos creyentes verdaderos se preocupan porque no recuerdan el momento exacto como otros lo recuerdan. Otros han tenido experiencias extraordinarias cuando se volvieron del pecado y pusieron su fe en Cristo. Otros crecieron en una familia cristiana y así fueron criados hasta que algún día entendieron que confiaban en Jesús como su Señor y Salvador. Esto no quiere decir que fueron medio salvos, después un poco más salvos y luego completamente salvos. Nadie es medio salvo. Ser medio salvo es estar totalmente perdido. Hubo un momento en el que esa persona llegó a la fe salvadora, pero puede que no logre precisar ese momento en particular como otros.

¿Cómo sabemos que estamos en San Diego?
Permítame ilustrarlo de la siguiente manera: supongamos que los dos estamos en Tijuana, México, y vamos para San Diego, California, Estados Unidos de América. Usted viaja en carro y yo en avión. Yo le pido que me recoja en el aeropuerto de San Diego. Al ir conduciendo, usted sabrá cuándo ha cruzado la línea fronteriza. Será obvio porque habrá una señal que dice: "Bienvenido a San Diego". Cuando yo vaya en el avión, cruzaré la misma línea, pero no estaré consciente de eso. Sin embargo, aterrizaré en el aeropuerto de San Diego. Nos encontraremos en el aeropuerto y los dos estaremos allí. Yo habré llegado en avión y usted en automóvil. Usted podrá decir: "Recuerdo exactamente cuándo crucé la línea 'fronteriza". Yo por mi parte diré: "Yo no recuerdo cuándo crucé la línea fronteriza, pero sé que lo hice porque estoy en el aeropuerto de San Diego. Lo importante es que estoy en San Diego y sí crucé esa línea".
Si usted está confiando en Jesús ahora es porque sí confió en Jesús. La prueba real no es si recuerda el momento o el lugar, sino que en este momento usted esta poniendo su confianza en el Señor Jesucristo.
Se cuenta de una persona que fue a solicitar un pasaporte; y el que lo atendía le dijo:
-Necesitamos ver su certificado de nacimiento.
A lo que el solicitante preguntó:
-¿Para qué?
A lo que el oficial le respondió:
-Para probar su nacimiento.
-Pues aquí estoy, ¿o no? -refutó el solicitante.
Ese es mi punto de vista: Si usted está confiando en Jesús (tiempo presente) es salvo. Si no, no confíe en una experiencia pasada.
Esto conduce a otra pregunta: ¿Cómo podemos saber si estamos confiando verdaderamente en este momento?

El testimonio del Espíritu

Primero, está el Espíritu como testigo. "El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo..." (1 Juan 5:10). El testimonio del Espíritu no es un sentimiento emocional. Las emociones son la parte superficial de su naturaleza. La salvación es la obra más profunda de Dios. Él no hará la obra más profunda en la parte más superficial. El testigo es el Espíritu Santo quien le dice a su espíritu, humano con una confiada calma que usted pertenece a Jesucristo. Es una percepción interna en quienes han sido salvos, por la cual saben que lo son. Un verdadero creyente con este testimonio nunca queda a merced de un incrédulo con argumentos.

El testimonio de la Palabra

El segundo testigo es la Palabra. "Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna, y 'esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna" (1 Juan 5:11-13).Las Escrituras nos han sido dadas para que creamos.
Una noche mientras compartía de Jesucristo le pregunté a un hombre si quería recibirlo como su Señor y Salvador. Él lo hizo, y después de orar juntos, le dije: "Quiero darle su certificado de nacimiento espiritual". Abrí la Biblia en Juan 5:24 y leí: "De cierto, de cierto os digo que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna. El tal no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida".
Después de leerlo lentamente, directamente de la Biblia, le dije:
-Jesús es el que está hablando. ¿Lo cree?
-Sí -dijo el hombre.
-"El que oye mi palabra" -repetí-o ¿Ha oído usted su palabra?
-Sí.
-''Y cree al que me envió" -proseguí-o ¿Ha creído usted en el Dios que envió al Señor Jesús?
-Sí.
-"Tiene vida eterna" -dice Jesús-. ¿Tiene usted vida eterna?
-Eso espero -dijo.
-Leámoslo de nuevo, -dije sin dilación.
Y lo hicimos. De nuevo él respondió que sí a cada pregunta, pero en la última pregunta volvió a responder de igual manera:
-Eso espero.
-Leámoslo una vez más, -le dije nuevamente.
Esta vez cuando le pregunté si tenía vida eterna, la luz brotó en su interior.
-¡Seguro que sí! ¡Sí! -gritó.
-¿Quién lo dice? -pregunté.
-¡Dios lo dice! ¡Dios lo dice! -exclamó.
Esa es la confianza en la Palabra. Unamos estas afirmaciones: los testimonios que el Espíritu y la Escritura nos dan nos llevarán a esta agradable certeza.
Permítame decirle, antes de que siga leyendo, que si usted nunca ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador, puede hacerla ahora mismo. Por un acto de fe confíe en él como Salvador. Él está listo y dispuesto, y le dará salvación en este mismo instante. No busque alguna señal ni pida sentimientos, manténgase en su Palabra.
Si usted es salvo y tiene dudas, no mire hacia atrás buscando alguna experiencia pasada. Pregúntese en este momento: ¿Estoy confiando en Jesús? Si no, confíe en él ahora mismo. Si está confiando, habrá genuinas señales del nuevo nacimiento en su vida. Habrá un deseo de obedecer sus mandamientos, habrá amor por su gente, y habrá una tranquila confianza de que pertenece a Dios, respaldada por el Espíritu Santo y la Palabra de Dios, la Biblia.

Mi testimonio personal
Cuando era adolescente le entregué mi corazón a Cristo, pero no me lo explicaron como yo se lo he explicado a usted. Por unos meses estuve en un sube y baja. No sabía si estaba perdido, y el Espíritu Santo me hacía creer que sí, o si era salvo y el diablo me hacía dudar.
Había acompañado a mi novia a su casa y al regresar a casa me detuve en el camino. Quería tener esa seguridad. Miré hacia el cielo estrellado esperando ver el rostro de Dios. Entonces dije: "Dios, no tengo la seguridad. Esta noche voy a tener esa seguridad, desde ahora y para siempre y de una vez por todas".
Oré de esta forma: "Señor Jesús, con todo mi corazón confío en ti como mi Salvador. No busco una señal ni pido sentimientos. Me afirmo en tu Palabra y tú no puedes mentir. Confío en ti como Salvador". Seguí orando: "Señor, si antes fui salvo, esto no se puede quitar, pero si no lo fui, esta noche doy por un hecho que lo soy. Esto lo establece para siempre". Un río de paz comenzó a fluir en mi corazón, y sigue fluyendo todavía.

Seguridad bendita
Si lo ha hecho y aún así tiene dudas, ¿sabe qué puede estar mal? Usted tiene algún pecado en su vida. No está obedeciendo al Señor y necesita confesar ese pecado porque no hay nada más perjudicial para la fe y la seguridad que el pecado sin confesar y sin arrepentimiento en su corazón y en su vida. ¡Enfrente ese pecado y vea si la seguridad de su salvación no vuelve!

Dé gracias a Dios por tener una salvación así.


[1] “Para santificarla, habiéndola purificado en el levantamiento del agua por la palabra” (Efectos 5:26) “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que Vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23)

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