ACERCA DE LA SEGURIDAD DE SU SALVACIÓN Por Adrian Rogers
Todo
aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios, y
todo
aquel que ama al que engendró ama también al que es nacido de él. En esto
sabemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos. Pues éste es el amor de Dios: que
guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo
que ha nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que
ha vencido al mundo: nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que
cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es Jesucristo, el que vino por agua y sangre, no por agua solamente, sino por agua y sangre.
Y
el
Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres
son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres
concuerdan en uno. Si recibimos el testimonio de los hombres, el testimonio de
Dios es mayor; porque éste es el testimonio de Dios: que él ha dado testimonio
acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí
mismo; el que no cree a Dios le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el
testimonio que Dios ha dado acerca de su
Hijo. Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El
que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la
vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de
Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.
1 Juan 5:1-13
Algo
básico que todo cristiano debe saber sin sombra de duda, es que es salvo.
Ahora, ¿qué significa ser salvo? Primero, quiere decir que cada pecado ha sido
perdonado y enterrado en la tumba del completo olvido de Dios. Segundo, quiere
decir que Jesucristo por medio del Espíritu Santo viene a vivir en nosotros
para darnos paz, poder y propósito. Tercero, significa que cuando muramos o cuando
Cristo vuelva, iremos al hogar celestial para estar con él por la eternidad.
Todo
cristiano necesita tener la absoluta seguridad de que ha experimentado la
salvación. Es mejor ser un cristiano seguro que un cristiano dudoso. No podemos
ir por ahí con algo así como un signo de interrogación y con la cabeza
agachada, sino con un signo de admiración. No debemos decir "espero ser
salvo", o "yo pienso que soy salvo", sino "gloria a Dios,
sé que soy salvo".
Usted puede saberlo sin ninguna duda
Estaba
atendiendo un llamado ministerial en el hospital; una mujer estaba muriendo y
me habían llamado para que estuviera a su lado y orara por ella. Le pregunté si
tenía la seguridad de su salvación, a lo que respondió:
-No.
Le
pregunté si quería ser salva y ella dijo:
-Desde
luego que sí.
Así
que con la Palabra
de Dios le expliqué cómo podía ser salva, y luego la dirigí en una oración.
Ella oró pidiéndole a Jesucristo que él perdonara sus pecados. Desde luego
pensé que esto era maravilloso. Ahí estaba una preciosa dama, que pronto
pasaría a la presencia de Dios, y ahora tenía la bendición de su seguridad de
salvación.
Me
dirigí a unos de sus familiares que estaban presentes y les dije:
-¿N
o es maravilloso que ella haya sido salva y ahora vaya al cielo?
Su
yerno me dijo:
-Nadie
puede saber si ella es salva.
Entonces
abrí mi Biblia en 1 Juan 5:13 y leí: "Estas cosas os he escrito a vosotros
que creéis en nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida
eterna".
Le
pregunté al hombre:
-¿Puede
usted ver en este versículo la palabra sepáis? Desde luego que podemos
saber que tenemos vida eterna. Como alguien bien dijo: Si usted pudiera tener
la salvación sin saberlo, entonces podría perderla sin saber que la tuvo.
La
verdad sobre este asunto es que si usted ha sido genuinamente salvo, debe
saberlo, y si es real, gracias a Dios, nunca podrá perder su salvación. Cuando
hablamos sobre la seguridad de la salvación hablamos sobre algo de vital
importancia. No hablamos de preferencias denominacionales, la altura de la
torre de la iglesia o el color de la alfombra. Hablamos del destino eterno del
alma humana. Hablamos de un alma eterna que nunca muere. Debemos tener absoluta
certeza de algunas cosas. Para ser victorioso en su vida cristiana usted
necesita poder decir: "Sé que soy salvo. Sé que soy nacido del cielo y que
estoy unido al cielo".
¿Puede usted ser salvo y tener
dudas al respecto?
Pero,
¿es posible ser salvo y tener dudas al respecto? Si es imposible que los hijos
de Dios pasen a veces por momentos difíciles de duda, entonces, ¿por qué el
apóstol Juan escribió: "Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en
nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna"?
Evidentemente algunos estaban teniendo serios cuestionamientos y dudas respecto
a su salvación. Quizás otros creían que eran salvos, pero en realidad no lo
eran.
Dudar
no necesariamente significa que usted no sea salvo, tendemos a dudar de lo que
creemos. La duda es a su espíritu lo que el dolor es a su cuerpo. El dolor no
significa que uno esté muerto. El dolor indica que hay vida, pero que algo anda
mal; que una parte del cuerpo no está funcionando como debería.
De
esa manera, la duda es posible, más no benéfica. Nunca he sabido de algún
cristiano que sea verdaderamente efectivo en su servicio al Señor, sin tener la
completa seguridad de su salvación. Aun así, debemos admitir que los cristianos
pueden tener dudas y aún así ser salvos. Sin embargo, me parece que van al
cielo pero en segunda clase.
Dudo de que usted sea salva
Una
señora le dijo a un evangelista:
-He
sido salva por 25 años y nunca lo he dudado.
-Pues
yo dudo que usted haya sido salva -respondió el evangelista.
Esto
es parecido a que una persona dijera: "Nosotros hemos estado casados
durante 25 años y nunca hemos tenido una discusión". No hay duda de que
podemos tener dudas.
Las
dudas no son buenas para la salvación, así como las discusiones no lo son para
el matrimonio. El dolor no es bueno para nuestros cuerpos, pero estas son las
realidades de la vida.
Le
recuerdo que si usted está tratando de vivir la vida cristiana con dudas, es
como manejar un automóvil con los frenos accionados. Respecto a su salvación,
usted no necesita un "eso espero", "eso creo" o
"quizás sí", sino un maravilloso "lo sé".
En
este capítulo permaneceré principalmente en la epístola de 1 Juan. En este
corto libro, Juan usa 18 veces el verbo saber. Puesto
que Juan escribe en este libro que podemos saber que
tenemos vida eterna; entonces podemos llamarlo el Libro de la Seguridad.
La seguridad empieza con el nuevo
nacimiento
"Todo
aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios, y todo aquel que ama
al que engendró ama también al que es nacido de él" (1 Juan 5:1).
El
nacimiento espiritual es muy semejante al nacimiento físico. El nacimiento
físico nos da' un ejemplo perfecto de la salvación, y como todos lo hemos
experimentado, podemos relacionarnos con los diferentes aspectos del mismo.
El
Evangelio de Juan nos da una enseñanza muy clara sobre este nacimiento:
''Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo,
un gobernante de los judíos. Este vino a
Jesús de noche y le dijo:
-Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie
puede hacer estas señales que tú haces, a menos que Dios esté con él.
Respondió Jesús y le dijo:
-De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de nuevo
no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo:
-¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar
por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?
Respondió Jesús:
-De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de agua y
del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la
carne, carne es; y lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles
de que te dije: 'Os es necesario nacer de nuevo'" (Juan 3:1-7).
En este
pasaje Jesús estaba hablando con un religioso llamado Nicodemo, que quería
indagar sobre los milagros. En esencia, Jesús le dijo que para poder entender
los milagros era necesario que él mismo llegara a ser un 'milagro. Necesitaba
nacer de nuevo. Nicodemo le preguntó a Jesús al respecto, y en su respuesta Jesús le mostró algunas cosas que todos
necesitamos entender sobre el nuevo nacimiento para tener una plena seguridad.
En un
nacimiento ocurre una concepción. Jesús
dice que nacemos de agua y del
Espíritu para entrar en el reino de Dios (v. 5). El agua habla de la Palabra de Dios1, y
el Espíritu se refiere al Espíritu de Dios[1].
Cuando el Espíritu y la Palabra de Dios se unen en el útero de la fe, sucede una maravillosa
concepción. Esto no sucederá sin nuestro consentimiento. Nosotros debemos
proporcionar el útero de la fe.
En un nacimiento
hay una continuación. La vida física imparte vida física, y la vida espiritual imparte vida espiritual (v.6).
Los
padres no fabrican bebés en el verdadero sentido de la palabra. Ellos
transfieren la vida que les ha sido dada. La vida se transmite.
De
igual manera en el nuevo nacimiento la vida de Dios se nos transfiere. El
significado literal del término "nacer de nuevo" es "nacer de
arriba". La salvación no sólo implica sacar al hombre de la tierra y ponerlo en el cielo, sino también que Dios sale del cielo y entra en el hombre a través de su Espíritu.
En un nacimiento se
produce un carácter. En la carne, recibimos la naturaleza de nuestros
padres carnales. Cuando el Espíritu y la Palabra de Dios crean en nosotros algo
sobrenatural, recibimos el carácter de un nuevo ser con naturaleza divina.
Los
cristianos no somos sencillamente personas buenas; somos nuevas criaturas. No
somos como un renacuajo que se convierte en sapo; somos más como un sapo que se
convierte en príncipe por el beso de la gracia.
Un
nacimiento tiene un término. Un nacimiento es una
experiencia única y definitiva en el reino natural y también en el espiritual.
Cuando un
bebé nace en la sociedad terrenal, se hace un registro. En el cielo se escribe
un nuevo nombre en la gloria. Esto habla de un hecho terminado.
Es
importante que entendamos esto porque nadie puede jamás existir sin haber
nacido. Incluso cuando el cuerpo de alguien deja de existir, el espíritu pasa
sin límite de tiempo, sin fecha y sin medida, a la eternidad.
Un nacimiento tiene un comienzo. Un nacimiento es un punto de partida. Para un pequeñito todo es
futuro, todo es "mañana", él no tiene pasado. Ningún policía podrá
arrestar a un recién nacido por haber cometido crímenes. Cuando llegamos a
Jesús no existe el ayer, sólo tenemos "mañanas".
Sin
embargo, después de nacer comenzamos a crecer. El bebé nace con todo el equipo
que va a tener, ahora necesita crecer. ¡Qué bendición descubrir, desarrollar y
desplegar lo que hemos recibido con nuestro nuevo nacimiento!
Un nacimiento se espera con certeza. Un nacimiento es una experiencia definitiva. Si yo le preguntara:
"¿Ha nacido usted alguna vez?", dicha pregunta no tendría sentido.
Pero supongamos que yo le hago la pregunta y usted me responde: "Eso
espero. Estoy haciendo lo mejor que puedo". O aún más ridículo sería que
me respondiera: "Yo siempre he nacido".
No, en
realidad en un nacimiento hay una certeza implícita. Hubo un tiempo en el que
usted no había nacido, luego llegó el tiempo en el que ya había nacido.
Hablemos
sobre nuestra parte en el nuevo nacimiento. No tuvimos elección en nuestro
primer nacimiento, pero sí la tenemos en nuestro segundo nacimiento. Como dije
anteriormente, nosotros proporcionamos el útero de la fe. "Todo aquel que
cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios..." (1 Juan 5:1). El nuevo
nacimiento ocurre cuando creemos en el Señor Jesucristo.
El
clásico pasaje que lo relata está en Efesios 2:8, 9 donde dice: "Porque
por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don
de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe".
Este
pasaje es grandioso porque en este punto la Escritura establece claramente
por medio de qué somos salvos. En contraste, no podemos cometer ningún error al
respecto, pues habla sobre lo que no nos salva. Por consiguiente, podemos
mirarlo desde el punto de vista negativo y ver lo que no salva, y luego desde
el punto de vista positivo y ver lo que sí salva.
Estos
versículo s nos dicen que ni nosotros, ni nuestras obras nos salvan. "No
depende de usted". "No depende de sus obras". Es simple, ¿no es
así? Pero la mayoría de la gente no entiende este sencillo concepto. Si usted
saliera a la calle y le preguntara a cualquier persona: ¿Irá usted al cielo?,
quizás esa persona respondería: ¡Seguro!, estoy haciendo lo mejor que puedo.
Piense en esa respuesta. El yo (el ego) está haciendo (obras) lo mejor que
puede.
Dios no es un Santa Claus
Muchos
piensan que Dios es como un Santa Claus, y que está haciendo una lista para
revisarla con detenimiento y buscar quién es malo y quién es bueno. Entonces,
piensan que un día compareceremos ante el trono del juicio y él pesará lo bueno
que hemos hecho contra lo malo para ver hacia qué lado se inclina la balanza.
La mayoría de la gente cree que llegará al cielo por su buen comportamiento.
Pero
volvamos a mirar con claridad nuestro versículo. "... esto no de vosotros
... no por obras" (Efesios 2:8, 9). No es por el ego, y no es por las
obras. El diablo no se rinde fácilmente y lo animará a creer algo así:
"Correcto, no puedo labrar mi camino al cielo, pero las obras me ayudarán.
La gracia de Dios es más lo que yo hago. Yo hago mi parte y Dios hace la suya".
No vamos para el cielo en un
bote de remos
He oído
a quienes creen en las obras más la gracia y usan esta ilustración: Si usted
estuviera cruzando un río en un bote de remos y usara sólo un remo, llamémoslo
"obras", remaría en círculos. Pero si usara el otro remo, llamémoslo
"fe", remaría en la dirección opuesta. Luego, con una mirada
"sabia" en su rostro, dicen: Ambos remos, fe y obras, lo llevarán al otro lado del río. Eso puede parecer una
buena ilustración, pero tiene un defecto fatal: No vamos al cielo en un bote de
remos. Vamos al cielo por la gracia de Dios. No
por nosotros mismos o por nuestras obras.
Si
usted no lo entiende, nunca tendrá la seguridad de su salvación. Si tan sólo
una pequeña parte dependiera de usted, nunca tendría la seguridad. Si en algo
dependiera de sus obras, nunca sabría si ha hecho suficiente. Grábese esto en
el corazón y en la mente: No es por nosotros mismos ni por obras.
Mire
otra vez con detenimiento Efesios 2:8. "Porque por gracia sois salvos por
medio de la fe...". Desde el punto de vista positivo es gracia por medio
de la fe.
Entonces,
¿qué es la gracia? La gracia es la característica de la naturaleza de Dios que
hace que él ame a pecadores como nosotros. Dios no nos ama porque seamos
valiosos, somos valiosos porque él nos ama. Ese amor es por Su pura gracia. La
gracia es algo que no merecemos en absoluto. Es el inmerecido amor y favor de
Dios mostrado a los pecadores que merecen el juicio.
Gracia: Riquezas de Dios a
expensas de Cristo
Una
manera de comprender el significado de la gracia es cuando recordamos
que hemos recibido las riquezas de Dios a expensas de la muerte Cristo; eso es
la gracia. Cuando piense en la gracia, piense en Jesús, que murió sobre una
cruz por causa de los pecadores que no lo merecían. No tenemos nada que agrade
a Dios. Somos pecadores por nacimiento, elección y práctica, pero Dios nos ama
a pesar de nuestro pecado, y ese amor se llama gracia.
Gracia
es una de las palabras más bellas de nuestro lenguaje. Cuando la gente llega a
entender la gracia, escribe cantos acerca de ella, tales como "Gracia
Admirable" (Himnario Bautista, # 183).
Fe: Abandonar todo para confiar
en Jesús
Si
podemos explicar la gracia como las riquezas de Dios a expensas de la muerte de
Cristo, ¿cómo explicaríamos la fe? Podemos decir que la fe es abandonar todo
para confiar en Jesús. Dejamos de depender de nuestras buenas intenciones,
nuestras buenas obras, nuestro sentido de autosuficiencia y también dejamos
nuestro pecado. Le damos la espalda al pecado y confiamos en Dios. Ponemos nuestra
fe donde Dios puso nuestros pecados, sobre el Señor Jesucristo.
Esta fe
no es una simple creencia intelectual. Santiago dice que "… los demonios
creen y tiemblan" (Santiago 2:19). No, es más que creer, es compromiso; yo
puedo creer que un avión puede volar, pero no llego a creerlo del todo hasta
que entro en él y dejó que me lleve de un lugar a otro.
Así es
como obra la salvación y llega el nuevo nacimiento. Pongo mi fe en la gracia de
Dios. Somos salvos por la gracia de Dios, y la fe simplemente se aferra a esa
gracia. Piense en la gracia como la amorosa mano de Dios que baja del cielo
diciendo: "Te amo y quiero salvarte". Es una mano con cicatrices de
clavos por haber pagado el precio de nuestros pecados. Piense en la fe como si
fuera su mano manchada de pecado diciendo: "Dios, te necesito". Poner
su mano de fe en la mano de la gracia de Dios, eso es salvación por gracia.
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios" (Efesios 2:8).
La gracia es un regalo
Si
usted efectúa un pago por un regalo, entonces deja de ser regalo. Supongamos
que usted tiene un amigo llamado Jaime, que le dice:
-Te
vaya regalar un auto de 50.000 dólares.
Supongamos
que cuando usted ve el auto último modelo que Jaime ha estacionado al frente de
su casa, usted le dice:
-Jaime,
no puedo permitir que hagas esto. Es un regalo muy caro. Déjame ayudarte a
pagar; te vaya ayudar con un dolar.
De esta
manera, él termina pagando 49.999 dólares, y usted paga un dólar. Ahora usted
se encuentra conduciendo el auto; y en el camino alguien le dice:
-Tienes
un auto precioso.
Entonces
usted responde:
-Sí, mi
amigo Jaime y yo lo compramos.
Eso
sería un insulto para Jaime, ¿verdad?
Una desgracia para la gracia
Debemos
recordar que no podemos recibir ningún elogio o crédito por nuestra salvación.
¡Nada en absoluto! Todo le corresponde a Dios. Es un regalo del que no podemos
jactarnos, porque es precisamente eso, un regalo. En el cielo no habrá pavos
reales exhibiéndose. Cuando lleguemos allá, Dios recibirá toda la alabanza y
la gloria por su maravillosa, incomparable y
espléndida gracia.
Las marcas de nacimiento del creyente
Dijimos
que entramos al reino mediante un nuevo nacimiento y esto sucede cuando ponemos
nuestra fe en la gracia de Dios. Juan, en su primera epístola, da unas
características de los que han nacido dos veces. Podemos llamarlas marcas de
nacimiento del creyente. Si hemos nacido de nuevo, la evidencia estará
presente. Quiero abordar tres de las evidencias que Juan menciona. Usted puede
probar su salvación con ellas.
Primera: La prueba del mandamiento
"En
esto sabemos que nosotros le hemos conocido: en que guardamos sus mandamientos.
El que dice: 'Yole conozco' y
no guarda sus mandamientos es mentiroso, y la verdad no está en él. Pero el que guarda su palabra, en éste
verdaderamente el amor de Dios ha sido perfeccionado. Por esto sabemos que
estamos en él. El que dice que permanece en él debe andar como él anduvo"
(1 Juan 2:3-6).
Juan no
se anda por las ramas, directamente dice: "Mire, no me diga que es salvo
si no está guardando los mandamientos de Dios. Si dice que lo es, es un
mentiroso",
Déjeme
ser claro. Usted no es salvo por guardar los mandamientos, sino que si es salvo
los guardará. Ya hemos aprendido que la salvación no es por obras. Usted no se
salva por "guardar los mandamientos".
Entonces,
esto nos lleva a un serio problema porque ninguno de nosotros podría atreverse
a decir que desde que fuimos salvos siempre hemos obedecido cada mandamiento a
la perfección.
Vigilancia de estrellas
El
entendimiento de todo esto está en la palabra guardar, que viene del
griego tereo,
y entre sus
significados está "vigilar". Fue utilizada en la antigüedad por los
marineros. Los primeros marineros no tenían satélites de posicionamiento global
ni señales de radio que los guiaran, y aún así navegaban por los océanos sin
ruta. Al hacer esto, ellos navegaban guiados por las estrellas, manteniendo sus
ojos en los cielos, a lo que llamaban "vigilancia de estrellas".
Vigilar
las estrellas es muy semejante a guardar los mandamientos. Ocasionalmente
cualquier marinero podía equivocarse, pues desde luego, podía distraerse y
desviarse hacia una u otra dirección a pesar de haber estado vigilando las
estrellas.
Cuando
guardamos los mandamientos, nos guiamos por ellos. Eso no se refiere a
perfección sin pecado porque nadie es perfecto a excepción de Dios. Pero quiere
decir que el deseo de nuestro 'corazón es guardar la Palabra de Dios. Desde el
momento en el que recibí a Jesucristo en mi corazón, ha habido en mí el deseo
de guardar la Palabra
de Dios.
Hay un
par de cosas más en 1 de Juan que nos podrían causar problemas: "Todo
aquel que permanece en él no continúa pecando. Todo aquel que sigue pecando no
le ha visto ni le ha conocido" (1 Juan 3:6).
"El
que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio.
Para esto fue manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo.
Todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de
Dios permanece en él, y no puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios"
(1 Juan 3:8, 9).
Usted
dirá: "No creo que sea salvo porque sé que la capacidad de pecar está
dentro de mí". De nuevo tenemos que estudiar un poco, ya que hay una
respuesta adecuada. "El que practica el pecado", está en tiempo
presente y habla de un curso de acción habitual. Juan dice que un hombre nacido
de Dios no hace del pecado una práctica, no es su estilo de vida ni un hábito.
No quiere decir que no puede pecar sino que no continúa pecando; ya no practica
el pecado.
Permítame
presentarle el siguiente testimonio: Antes de ser salvo yo corría hacia el
pecado. Desde que fui salvo, huyo del pecado. Puedo caer, puedo deslizarme,
puedo fallar, pero el deseo de mi corazón es vivir para Dios.
Lo que
Juan está diciendo es: "Si te llamas cristiano y no estás siendo dirigido
por los mandamientos de Dios y llevas una vida pecaminosa sin ninguna
convicción, sin remordimiento, sin contrición, sin inquietud, entonces, no te
hagas llamar cristiano, porque no lo eres".
Segunda: La prueba del compañero
"Nosotros
sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos. El que
no ama permanece en muerte. Todo aquel que odia a su hermano es homicida, y
sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permaneciendo en él" (1 Juan
3:14,15). Recuerde que cuando creemos en el Señor Jesucristo, nacemos de Dios,
tenemos una nueva naturaleza, la naturaleza de Dios. Recuerde también que
estamos en la familia de Dios y que también tenemos hermanos y hermanas.
Así que
si yo soy nacido de Dios, automáticamente el amor estará en mi corazón, pues
Dios es amor. Al ser hijo de Dios somos partícipes de la naturaleza de Dios. No
necesitamos una calcomanía para nuestro auto o un prendedor para demostrar que
somos cristianos. Jesús dijo: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos,
si tenéis amor los unos por los otros" (Juan 13:35).
Puesto
que la naturaleza de Dios es amor, esto es una característica de sus hijos. Si
lo amamos y su amor está en nosotros, entonces amaremos a los que él ama, es
decir su amada familia. Esta es la razón por la que no es posible decirle sí a
Jesús y no a su iglesia. Muchas descripciones y analogías describen la iglesia:
• La
iglesia es un edificio y Cristo es el fundamento. ¿Quién puede
aceptar el fundamento y no aceptar el edificio que descansa sobre el
fundamento?
• La
iglesia es su novia. ¿Quién puede aceptar al novio y no aceptar
a la novia?
• La
iglesia es un cuerpo. ¿Quién puede aceptar a Cristo que es
la cabeza, y no aceptar al cuerpo?
Es así
que una de las señales de los que han nacido dos veces es que se aman los unos
a los otros.
Esto no
significa que todos seamos amables por naturaleza, más bien por naturaleza no
lo somos. Una iglesia está compuesta por personas que han reconocido que son
pecadoras y se han unido con el fin de hacer algo al respecto. Han resuelto
vivir una vida de búsqueda de la dirección de Dios amándose las unas a las
otras.
Todos
estamos en varios puntos de nuestro crecimiento espiritual y de nuestra
santificación. Quienes están con nosotros en la iglesia y están siendo guiados
por el Señor pueden estar temporalmente fuera de curso; como los marineros en
tiempos antiguos, pueden fallar, pero están con nosotros a bordo y son nuestros
hermanos y hermanas. Amar a Jesús es amar su iglesia. Perseguir su iglesia es
perseguir a Jesús.
La Biblia nos habla acerca de un hombre llamado Saulo que iba camino a
Damasco a arrestar cristianos, cuando de repente "… le rodeó un resplandor
de luz desde el cielo. Él cayó en tierra y oyó una voz que le decía: 'Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues?' "(Hechos 9:3, 4). Saulo pudo haber dicho:
"Quien quiera que seas, no es a ti a quien estoy persiguiendo. Estoy
persiguiendo a la iglesia". La verdad al respecto, sin embargo, es que
cuando alguien persigue a la iglesia, persigue a Jesús. Rechazar a la iglesia
es rechazar a Jesús. Amar a la iglesia es amar a Jesús. Esa clase de amor es
una marca de nacimiento del creyente.
Tercera: La prueba de la confianza
"El
que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a
Dios le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha
dado acerca de su Hijo" (1 Juan 5:10). Esta es la mayor y más fuerte
prueba, y todas las demás parten de esta.
La
convicción bíblica (confianza) no es sólo un ejercicio intelectual. Usted no
cree acerca
de Jesús, usted cree en Jesús. Usted puede creer que un avión puede volar, pero confía en
él cuando sube a bordo. De nuevo le recuerdo que es más que aceptar
intelectualmente algunos hechos que nos salvan.
Observe
también que este versículo está en tiempo presente. No dice: "El que ha
creído". Dice: "El que cree". Nuestra
confianza siempre debe estar en tiempo presente.
Algunas
veces surge la pregunta: "¿Es usted salvo?", y la respuesta es:
"Sí, lo soy. Recuerdo que a los nueve años caminé hacia el altar de la
iglesia para darle la mano al pastor y mi corazón a Jesucristo. Puede que ahora
no viva para Dios, lo admito, pero sé que soy salvo porque recuerdo lo que hice
a los nueve años. Recuerdo que creí en Jesucristo".
La Biblia nunca usa tal experiencia como prueba de salvación. Nunca se
enfoca en algún suceso del pasado en el que hayamos creído en Jesucristo.
Siempre trata con nuestra confianza presente.
Es
interesante cómo mucha gente quiere volver a un evento del pasado. Algunos
incluso dicen: "Si usted no puede mostrarme el sitio y decirme el momento
cuando recibió a Jesucristo como su Salvador personal, entonces no es
salvo". Pero en esto hay un error: No es bíblico y por lo tanto no es así.
La Biblia nunca dice que usted sabrá que es salvo por algo que recuerde del
pasado. Dice: "El que cree" (tiempo presente); así de sencillo. Si
usted está creyendo, entonces hubo un momento en que verdaderamente creyó.
La
pregunta es: ¿Está usted creyendo en Jesús ahora? Algunos creyentes verdaderos
se preocupan porque no recuerdan el momento exacto como otros lo recuerdan.
Otros han tenido experiencias extraordinarias cuando se volvieron del pecado y
pusieron su fe en Cristo. Otros crecieron en una familia cristiana y así fueron
criados hasta que algún día entendieron que confiaban en Jesús como su Señor y
Salvador. Esto no quiere decir que fueron medio salvos, después un poco más
salvos y luego completamente salvos. Nadie es medio salvo. Ser medio salvo es
estar totalmente perdido. Hubo un momento en el que esa persona llegó a la fe
salvadora, pero puede que no logre precisar ese momento en particular como
otros.
¿Cómo sabemos que estamos en
San Diego?
Permítame
ilustrarlo de la siguiente manera: supongamos que los dos estamos en Tijuana,
México, y vamos para San Diego, California, Estados Unidos de América. Usted
viaja en carro y yo en avión. Yo le pido que me recoja en el aeropuerto de San
Diego. Al ir conduciendo, usted sabrá cuándo ha cruzado la línea fronteriza. Será
obvio porque habrá una señal que dice: "Bienvenido a San Diego".
Cuando yo vaya en el avión, cruzaré la misma línea, pero no estaré consciente
de eso. Sin embargo, aterrizaré en el aeropuerto de San Diego. Nos
encontraremos en el aeropuerto y los dos estaremos allí. Yo habré llegado en
avión y usted en automóvil. Usted podrá decir: "Recuerdo exactamente
cuándo crucé la línea 'fronteriza". Yo por mi parte diré: "Yo no
recuerdo cuándo crucé la línea fronteriza, pero sé que lo hice porque estoy en
el aeropuerto de San Diego. Lo importante es que estoy en
San Diego y sí crucé esa línea".
Si
usted está
confiando en Jesús ahora es porque sí confió en Jesús. La prueba real no es si recuerda el momento o el lugar,
sino que en este momento usted esta poniendo su confianza en el Señor
Jesucristo.
Se
cuenta de una persona que fue a solicitar un pasaporte; y el que lo atendía le
dijo:
-Necesitamos
ver su certificado de nacimiento.
A lo
que el solicitante preguntó:
-¿Para
qué?
A lo
que el oficial le respondió:
-Para
probar su nacimiento.
-Pues
aquí estoy, ¿o no? -refutó el solicitante.
Ese es
mi punto de vista: Si usted está confiando en Jesús (tiempo
presente) es salvo. Si no, no confíe en una experiencia pasada.
Esto
conduce a otra pregunta: ¿Cómo podemos saber si estamos confiando
verdaderamente en este momento?
El testimonio del Espíritu
Primero,
está el Espíritu como testigo. "El que cree en el Hijo de Dios tiene el
testimonio en sí mismo..." (1 Juan 5:10). El testimonio del Espíritu no es
un sentimiento emocional. Las emociones son la parte superficial de su
naturaleza. La salvación es la obra más profunda de Dios. Él no hará la obra
más profunda en la parte más superficial. El testigo es el Espíritu Santo quien
le dice a su espíritu, humano con una confiada calma que usted pertenece a
Jesucristo. Es una percepción interna en quienes han sido salvos, por la cual
saben que lo son. Un verdadero creyente con este testimonio nunca queda a
merced de un incrédulo con argumentos.
El testimonio de la Palabra
El
segundo testigo es la
Palabra. "Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado
vida eterna, y 'esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida;
el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que
creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna" (1 Juan 5:11-13).Las Escrituras nos
han sido dadas para que creamos.
Una
noche mientras compartía de Jesucristo le pregunté a un hombre si quería
recibirlo como su Señor y Salvador. Él lo hizo, y después de orar juntos, le
dije: "Quiero darle su certificado de nacimiento espiritual". Abrí la Biblia en Juan 5:24 y leí:
"De cierto, de cierto os digo que el que oye mi palabra y cree al que me
envió tiene vida eterna. El tal no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte
a vida".
Después
de leerlo lentamente, directamente de la Biblia, le dije:
-Jesús
es el que está hablando. ¿Lo cree?
-Sí
-dijo el hombre.
-"El
que oye mi palabra" -repetí-o ¿Ha oído usted su palabra?
-Sí.
-''Y
cree al que me envió" -proseguí-o ¿Ha creído usted en el Dios que envió al
Señor Jesús?
-Sí.
-"Tiene
vida eterna" -dice Jesús-. ¿Tiene usted vida eterna?
-Eso
espero -dijo.
-Leámoslo
de nuevo, -dije sin dilación.
Y lo hicimos. De nuevo él respondió que sí a cada pregunta, pero en
la última pregunta volvió a responder de igual manera:
-Eso
espero.
-Leámoslo
una vez más, -le dije nuevamente.
Esta
vez cuando le pregunté si tenía vida eterna, la luz brotó en su interior.
-¡Seguro
que sí! ¡Sí! -gritó.
-¿Quién
lo dice? -pregunté.
-¡Dios
lo dice! ¡Dios lo dice! -exclamó.
Esa es
la confianza en la
Palabra. Unamos estas afirmaciones: los testimonios que el
Espíritu y la Escritura
nos dan nos llevarán a esta agradable certeza.
Permítame
decirle, antes de que siga leyendo, que si usted nunca ha recibido a Jesucristo
como su Señor y Salvador, puede hacerla ahora mismo. Por un acto de fe confíe
en él como Salvador. Él está listo y dispuesto, y le dará salvación en este
mismo instante. No busque alguna señal ni pida sentimientos, manténgase en su
Palabra.
Si
usted es salvo y tiene dudas, no mire hacia atrás buscando alguna experiencia
pasada. Pregúntese en este momento: ¿Estoy confiando en Jesús? Si no, confíe en
él ahora mismo. Si está confiando, habrá genuinas señales del nuevo nacimiento
en su vida. Habrá un deseo de obedecer sus mandamientos, habrá amor por su
gente, y habrá una tranquila confianza de que pertenece a Dios, respaldada por
el Espíritu Santo y la Palabra
de Dios, la Biblia.
Mi testimonio personal
Cuando
era adolescente le entregué mi corazón a Cristo, pero no me lo explicaron como
yo se lo he explicado a usted. Por unos meses estuve en un sube y baja. No
sabía si estaba perdido, y el Espíritu Santo me hacía creer que sí, o si era
salvo y el diablo me hacía dudar.
Había
acompañado a mi novia a su casa y al regresar a casa me detuve en el camino.
Quería tener esa seguridad. Miré hacia el cielo estrellado esperando ver el
rostro de Dios. Entonces dije: "Dios, no tengo la seguridad. Esta noche
voy a tener esa seguridad, desde ahora y para siempre y de una vez por
todas".
Oré de
esta forma: "Señor Jesús, con todo mi corazón confío en ti como mi
Salvador. No busco una señal ni pido sentimientos. Me afirmo en tu Palabra y tú
no puedes mentir. Confío en ti como Salvador". Seguí orando: "Señor,
si antes fui salvo, esto no se puede quitar, pero si no lo fui, esta noche doy
por un hecho que lo soy. Esto lo establece para siempre". Un río de paz
comenzó a fluir en mi corazón, y sigue fluyendo todavía.
Seguridad bendita
Si lo
ha hecho y aún así tiene dudas, ¿sabe qué puede estar mal? Usted tiene algún
pecado en su vida. No está obedeciendo al Señor y necesita confesar ese pecado
porque no hay nada más perjudicial para la fe y la seguridad que el pecado sin
confesar y sin arrepentimiento en su corazón y en su vida. ¡Enfrente ese pecado
y vea si la seguridad de su salvación no vuelve!
[1] “Para santificarla, habiéndola purificado en el levantamiento del
agua por la palabra” (Efectos 5:26) “Siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que Vive y permanece
para siempre” (1 Pedro 1:23)
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