CÓMO ORAR (CON PODER)
Por Adrian Rogers
Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos:
Santificado sea tu nombre, venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. [Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén].
Mateo 6:9-13
¡Orar
con poder! Nada es más importante en todo el mundo para un cristiano que
aprender a orar. No sólo es imperativo aprender cómo orar sino a orar con
poder, a orar en el Espíritu, orar para obtener respuesta. Como cristianos
debemos comprender que no hay nada fuera del alcance de la oración, excepto lo
que está fuera de la voluntad de Dios. La oración puede hacer todo lo que Dios
puede hacer, y ¡Dios puede hacer cualquier cosa!
En
Mateo 6:9-13, nuestro Señor nos enseña cómo orar. Note que él no
dijo:"Hagan esta oración", sino: "Vosotros, pues, orad así...".
Esta no es una oración para ser repetida sin sentido. A veces en alguna reunión,
alguien puede decir: "Ahora, pongámonos de pie y digamos la oración del
Señor". Esto no es necesariamente apropiado.
En
primer lugar, puede que muchas de estas personas ni siquiera sean cristianas, y
no tienen ningún derecho de llamar a Dios Padre, como veremos en un momento.
Segundo, nosotros no nos ponemos de pie y decimos una oración. Las oraciones no
son para ser dichas, son para ser oradas. Puede que usted pregunte: "¿Cuál
es la diferencia?".
Suponga
que yo voy a su casa y me siento en su sala, y usted me dice: "Diga una
conversación". Eso sería insensato. La oración es hablar con Dios, no es
sólo repetir palabras. Jesús dijo que no oráramos con vanas repeticiones. La
clave está en Mateo 6:9: ''Vosotros, pues, orad así...". Esta es una guía
para mostrarnos cómo orar. ¡Orad así!
Confieso
que puede haber momentos en los que las palabras encajan perfectamente en mis
necesidades. Entonces es posible que desee repetir palabra por palabra de lo
que nuestro Señor enseñó en esta oración modelo. Pero yo no estoy solamente
repitiendo palabras. Estoy orando de corazón a nuestro gran Dios, usando sus
palabras.
Aprender a orar
El
mayor fracaso en la vida para muchos cristianos es no aprender a orar. No hay
ningún pecado en su vida que la oración apropiada no pueda evitar. No hay
necesidad en su vida que la oración apropiada no pueda suplir. Por eso pongo
énfasis en que no hay nada fuera del alcance de la oración, a menos que no sea
la voluntad de Dios. ¡Qué necios somos si no aprendemos a orar!
Es
importante que miremos el modelo de oración que nuestro Señor nos dio en Mateo
6:9-13. Aquí él nos dice cómo orar.
Personas de oración
Mire
Mateo 6:9 donde dice: ''Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en
los cielos, santificado sea tu nombre".
¿Quiénes
están incluidos en esta oración? Un hijo y su Padre. Nos acercamos a Dios
hablándole a él como nuestro Padre. Es importante entender esto porque la
oración que prevalece es real para los hijos de Dios.
Usted
podría decir que esto se puede dar por hecho porque todos somos hijos de Dios.
¡No, no todos! No todos somos hijos de Dios. Jesús les dijo a los
fariseos que no eran salvos: ''Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y
queréis satisfacer los deseos de vuestro padre..." (Juan 8:44).
¿Quiénes
son los verdaderos hijos de Dios? La
Biblia dice en Juan 1:12 que Dios les dio derecho de llamarse
hijos de Dios a los que recibieron a Jesús, a los que creyeron en su nombre.
Así que no todo el mundo es hijo de Dios, ¡sólo los creyentes!
Los hijos de Dios
A
menudo escuchamos a la gente hablar de la paternidad universal de Dios y la
hermandad del ser humano. Eso no es correcto. Dios no es el Padre universal de
todos, y no necesariamente todos los seres humanos son hermanos. Podemos ser
hermanos en nuestra humanidad, pero en lo espiritual no somos hermanos hasta
que nacemos en la familia de Dios y tenemos un Padre en común. Dios llega a ser
nuestro Padre cuando nacemos en su familia.
Algunos
pueden argumentar diciendo que debido a que Dios nos creó, él es nuestro Padre.
Bien, Dios también creó las ratas, las cucarachas, los buitres y las
serpientes, pero ¡no es padre de ellos! Dios no se convierte en el padre por el
acto de la creación. Dios llega a convertirse en nuestro padre por el
nuevo nacimiento, el nuestro.
Lo
primero que debe ocurrir, si quiere que sus oraciones sean respondidas y que
sean poderosas, es convertirse en hijo de Dios. Para ser hijo de Dios, usted
debe recibir al Señor Jesucristo como su Salvador. ¿Lo ha hecho? ¿Vive Cristo
en su corazón? Si es así, entonces usted está listo para orar.
Cuando
usted pueda decir: "Padre", verá lo fácil que es orar.
A veces
le he pedido a alguien que ore, y me dice: "Lo siento, no puedo
orar". ¡Y estas personas profesan ser cristianas! ¿Por qué no pueden orar?
Ellos pueden hablar con un padre terrenal, y cualquiera que pueda hablar con un
padre terrenal puede hablar con su Padre celestial. Usted no tiene que ser una
persona elocuente para saber cómo orar. No tiene que usar las frases y palabras
más sofisticadas, términos adornados ni métrica poética. Usted simplemente puede
hablar con Dios desde su corazón. Así es como un niño habla con su padre.
Supongamos
que cuando mis hijos vivían en casa, mi hija hubiera venido a mí para decirme:
"Salve, eminente pastor de la Iglesia
Bautista Bellevue. Os doy la bienvenida a casa, disfrutad
vuestra estancia. ¿Proporcionaríais a vuestra segunda hija, Janice, algo de dinero
para poder dirigirme al almacén de cosméticos y procurarme algunos con el fin
de adornar mi rostro?". ¿Verdad que eso hubiera sido ridículo?
Lo más
probable es que ella diría: "Papá, te amo. Qué bueno tenerte en casa.
Papá, necesito algo de dinero para comprar algunas cosas en la farmacia".
Ella me habría hablado con confianza porque yo soy su padre. Pero eso no quiere
decir que sería irrespetuosa conmigo. Tampoco significa que vamos a ser
irreverentes con Dios. Nosotros podemos hablar con él directamente y con
confianza diciéndole "Padre".
Gálatas
4:6 dice: "Y por cuanto sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el
Espíritu de su Hijo, que clama: Abba, Padre". La expresión Abba es
una palabra aramea en diminutivo y la mejor traducción es "papito".
¿Alguna
vez usted ha pensado llamar al gran Dios, el que cavó los mares, apiló las
montañas, puso las estrellas, que dirige este grandioso universo,
"papito"? ¿Sería irreverente? No, no lo es.
El
Espíritu de Dios que mora dentro de nuestros corazones, clama: "Abba,
Padre". Si usted ha nacido en la familia de Dios, puede, espiritualmente
hablando, gatear hasta su regazo, poner sus brazos alrededor de su cuello y
hablar con él; sí, hablar de la misma manera como lo haría con su propio padre.
Algunos
creen que deben orar por medio de un sacerdote o un santo. Lo ilustran usando
el ejemplo de hablar con el presidente. Ellos dicen que usted no iría
directamente al presidente, sino a un senador o congresista, y que luego él
iría como su vocero ante el presidente. Con este ejemplo ellos conjeturan que
usted no puede acercarse directamente a Dios, pero sí puede ir al sacerdote o
al santo, que entonces irá ante Dios en su lugar.
Mire, amigo;
por ninguna razón del mundo yo buscaría a un congresista si el presidente fuera
mi papá. Si el presidente fuera mi propio y querido padre, yo no diría:
"Señor congresista, ¿le dirá algo a mi papá por mí?". Por supuesto
que no haría eso si el presidente fuera mi padre.
Usted
puede ir directamente a Dios su Padre, si usted es nacido de nuevo por la fe en
el Señor Jesucristo como su Señor y Salvador.
El propósito de la oración
Mateo
6:10 dice: "venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así
también en la tierra". La oración tiene un único propósito: que la
voluntad de Dios se haga.
La
oración no es un ejercicio en el que doblegamos la voluntad de Dios y hacemos
que se ajuste a nuestra voluntad. Muchas personas tienen la idea de que la
oración es decirle a Dios que haga algo que por lo general no querría hacer.
Esto no es verdad. La oración es buscar la voluntad de Dios y seguida. La
oración es la forma de lograr que la voluntad de Dios se haga en la tierra.
Algunos
dicen: "Sabía que debía haber una trampa en esto. Todo lo que logro es
tener la voluntad de Dios. Yo no la quiero si no obtengo lo que deseo". Si
usted piensa de esta manera, déjeme decirle que Dios quiere para usted lo que
usted querría para sí mismo si tuviera suficiente lógica para quererlo. La
voluntad de Dios es lo mejor para usted. La voluntad de Dios no es algo
que usted tiene que hacer. La voluntad de Dios es algo que usted consigue
hacer.
Dios lo
ama mucho. Él le dará todas las cosas buenas a los que andan rectamente con él.
Dios quiere y anhela bendecirlo. Usted debe llegar al punto en el que pueda
conocer la voluntad de Dios. La oración exitosa es encontrar la voluntad de
Dios e involucrarse en ella. La voluntad de Dios no lo encierra; por el
contrario, la voluntad de Dios lo libera.
La Biblia dice: "Y ésta es la confianza que tenemos delante de él: que
si pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye"(1 Juan 5:14). Debemos
orar según la voluntad de Dios. Pero ¿cuál es su voluntad?
Algunas
cosas, como la voluntad de Dios, están claramente dichas en las Escrituras. Por
ejemplo, la Biblia
dice que el Señor"...no quiere que nadie se pierda, sino que todos
procedan al arrepentimiento" (ver 2 Pedro 3:9). Obviamente cuando una
persona es salva, Dios desea su santificación porque la Biblia dice: "Porque
esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación..." (1 Tesalonicenses
4:3).
Mientras
sabemos que ciertas cosas son la voluntad de Dios, en otros aspectos debemos
buscar su voluntad. ¿Debería mudarse a otra ciudad para tomar ese nuevo
trabajo? ¿Debería vender su casa? ¿Debería ir a esta o aquella universidad?
¿Debería casarse con ese muchacho(a)? En todos los aspectos, si buscamos la
voluntad de Dios, la conoceremos.
¿Cómo
podemos conocer la voluntad de Dios? Jesús dijo: "Si permanecéis en mí, y
mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis, y os será
hecho" (Juan 15:7). Ahora, note que él dice: "Si permanecéis en mí, y
mis palabras permanecen en vosotros". "Permanecer" es apoyarse
en Jesús momento a momento, mirar a Jesús y depender de él. También significa
que debemos leer la Palabra
de Dios a diario, y permitir que ella pase de las páginas escritas a nuestros
corazones. Entonces el Espíritu Santo nos muestra cómo orar y qué orar.
Esto es lo que la Biblia
llama orar en el Espíritu.
El
Espíritu Santo en nosotros nos ayuda a orar. Oramos al Padre, a
través del Hijo y en el Espíritu Santo. Si nos rendimos al Espíritu
de Dios y permanecemos en Cristo, entonces su Palabra permanecerá en nosotros.
Por consiguiente, podremos orar por cualquier cosa que queramos. Porque extraña
y maravillosamente lo que ahora deseemos es lo que él quiere, porque tenemos la
mente de Cristo. Cuando oramos, pensamos los pensamientos de Cristo después de
él.
Esta
fue una de las lecciones más dulces que alguna vez aprendí sobre la oración: La
oración que llega al cielo es la oración que empieza en el cielo. Lo que
nosotros hacemos es simplemente cerrar el círculo. Dios pone algo en nuestros
corazones para orar, nosotros oramos por eso, y enseguida vuelve al cielo.
La
oración es que el Espíritu Santo encuentra un deseo en el corazón del Padre y
lo pone en nuestros corazones, y luego lo envía de vuelta al cielo en el poder
de la cruz. ¿No es hermoso? ¿Entonces cuál es el propósito de la oración?
"Venga tu reino, sea hecha tu voluntad". Nosotros debemos buscar la
voluntad de Dios en todas nuestras oraciones. Eso de ninguna manera significa
menos bendiciones para nosotros. Al contrario, significa más bendiciones.
La provisión de la oración
Mateo
6:11 dice: "El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy". El Señor nos
está diciendo que de una manera práctica él suplirá nuestras necesidades. Uno
de los versículos más poderosos en toda la Biblia es: "Mi Dios, pues, suplirá toda
necesidad vuestra, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús"
(Filipenses 4:19).
No
dice: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que quieran", porque hay
momentos en los que queremos tener cosas que no necesitamos. También hay
tiempos en los que necesitamos cosas que no queremos. Mi padre decía:
"Estás necesitando un castigo", y tenía razón. Yo lo necesitaba, pero
no lo quería.
Dios
suplirá todas nuestras necesidades y más según sus riquezas. No dice fuera de
sus riquezas. Un millonario puede darle 10 dólares de sus riquezas, pero eso no
significa que sea conforme a sus riquezas. Pero mi Dios suplirá toda
necesidad conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Nosotros podemos
acercarnos y decir: "Padre, dame hoy mi pan diario".
Este
versículo no implica que sólo podemos pedir pan. Nosotros tenemos muchas
necesidades. Esa es la razón por la que tuve cuidado de indicarle al principio
que esta no es una oración para repetir mecánicamente. Es una oración modelo.
Jesús no dijo: "Haga esta oración". Él dijo: "Ore de esta
manera".
Si
necesita pan, pídale a Dios una hogaza de pan. Si necesita trabajo, pídale un
trabajo. Si necesita una casa, pídale una casa. Permita que el Espíritu Santo
le muestre qué pedir, y entonces ore en el Espíritu para que sus necesidades
sean suplidas. Estoy convencido de que muchos cristianos no tienen suplidas sus
necesidades, a pesar de que Dios desea suplidas, porque se hacen trampa a ellos
mismos al no orar.
Santiago
4:2, dice: "...No tenéis, porque no pedís".
Cuando
estaba en la universidad pastoreé una pequeña iglesia rural en la costa del
estado de Florida en los Estados Unidos de América, cerca del río Indiana. Es
un lugar hermoso donde se produce parte de las mejores frutas cítricas del
mundo. Cuando estaba alistándome para volver a la universidad fui a ese lugar y
me encontré con uno de los diáconos. Él tenía dos bolsas de lona grandes llenas
de naranjas, toronjas y mandarinas. Me dijo:
-Adrian,
esto es para usted.
Yole
dije:
-No
puedo comerme todas esas naranjas, se dañarán.
Él me
dijo:
-Llévelas
a la universidad y regálelas.
Las
puse en mi automóvil, volví a la universidad y las guardé en un armario. Uno o
dos días después, cuando estaba almorzando vi en el patio a un pequeñito
escondiéndose. Como no se enteró de que yo lo estaba mirando, decidí ver lo que
estaba haciendo.
Vi que
iba a robar una naranja de un árbol que había en el patio. Era un árbol de
naranjas agrias, una fruta decorativa que no es muy buena para comer. Arrancó
una y se alejó corriendo. En esos días no tenía dinero extra, pero creo que
realmente habría pagado un dólar por ver a ese chico darle el primer mordisco a
esa naranja.
Pero
esta es la ironía de este ejemplo. Si ese niño simplemente se hubiera acercado
y hubiera llamado a mi puerta diciendo: "Señor, ¿puedo tomar una de esas
naranjas?". Yo habría dicho: "No hijo, no puedes. Pero si subes aquí,
te llenaré de naranjas". Yo tenía naranjas que deseaba regalar. Eso es lo
que la Biblia
quiere decir con "no tenéis lo que deseáis, porque no pedís".
Un día,
cuando estemos en el cielo, el Señor podrá llevarnos a un gran armario, abrirlo
y decirnos: "Mira adentro. ¿Ves todas esas cosas? Eran tuyas. Son
provisiones que hice para ti, pero como preferiste las naranjas agrias, eso es
lo que obtuviste". No recibiste porque no pediste.
Esta es
la provisión de la oración: "El pan nuestro de cada día, dánoslo
hoy".
El perdón de la oración
Mateo
6:12 dice: "Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a
nuestros deudores".
• A veces la oración no es respondida porque no oramos a Dios como
Padre, pues nunca hemos sido salvos.
• A veces la oración no es respondida porque no oramos en la voluntad
de Dios. No estamos diciendo: "venga tu reino, sea hecha tu
voluntad". En cambio, decimos: "Venga mi reino, sea hecha mi
voluntad".
• A veces nuestras oraciones no son respondidas porque no pedimos.
Simplemente no decimos: "Padre, dame lo que necesito".
• Además, nuestras oraciones a veces no son respondidas porque hay
pecado sin confesar y sin arrepentimiento en nuestra vida.
Junto
con pedir lo que necesitamos, debemos recordar que necesitamos perdón. Por eso
nuestro Señor nos enseñó a orar: "Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores".
Quiero
darle dos promesas en conexión con la oración. Aquí está la primera: "Si
en mi corazón yo hubiese consentido la iniquidad, el Señor no me habría
escuchado" (Salmos 66:18). Y la segunda es: "He aquí que la mano de Jehovah
no se ha acortado para salvar, ni su oído se ha ensordecido para oír. Vuestras
iniquidades son las que hacen separación entre vosotros y vuestro Dios.
Vuestros pecados han hecho que su rostro se oculte de vosotros para no
escuchar" (Isaías 59:1, 2). No es que él no pueda oír. Es que el
pecado se interpone entre nosotros y un Dios Santo. Si guardamos iniquidad en
nuestro corazón, el Señor no nos oirá.
La Escritura no dice que si usted ha pecado el Señor no lo oirá. Si ese fuera
el caso, él no oiría a ninguno de nosotros. La Palabra de Dios dice sobre
nosotros: "porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios"
(Romanos 3:23), y "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a
nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros" (1 Juan 1:8), Dios nos
dice que si guardamos iniquidad en nuestro corazón no nos oirá. ¿Qué significa
eso?
Supongamos
que usted es un cristiano promedio que dice: "Nadie es perfecto. Todos
tenemos algún pecado en nuestra vida, y este es el mío". Usted tiene un
pecadito consentido. Puede ser un rencor, una mala actitud o un hábito. No hay
arrepentimiento ni aflicción respecto a ese pecado, sino aprecio por él.
Ahora
digamos que usted se acerca a Dios para orar y dice: "Señor, tú sabes que
mi hijo está enfermo, y yo quiero que lo sanes". ¿Cree que Dios va a oír
su oración? ¡No, él no la oirá! Mire, no es sólo que usted haya pecado, sino que
tiene aprecio por ese pecado y si él hiciera lo que usted le está pidiendo, lo
estaría animando a pecar. Así que él no hará lo que usted le ha pedido.
Primero
debe enfrentar su pecado, arrepentirse del mismo y sacarlo de su corazón, de su
vida. Y la única manera como logra sacarlo es viniendo al Señor a pedirle
perdón.
Primera
Juan 1:9 dice: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonar... y limpiamos de toda maldad". Si está orando con un pecado en
su vida y en su corazón sin arrepentirse de él, ¡está desperdiciando tiempo y
saliva! Sus oraciones no están pasando del techo.
Recuerde
también que Dios nos perdona de la manera como nosotros perdonamos a otros.
¿Cómo perdona a los que pecan contra usted? Usted dice: "No lo voy a
perdonar", y Dios dice: ''Yo no te voy a perdonar a ti". Entonces
usted dice: "Bien, si es así, lo perdonaré, pero nunca más quiero tener
que ver con él". Dios dice: "Bien, yo te perdonaré pero nunca más
quiero tener que ver contigo".
Ahora
usted puede ver que estamos orando con condiciones. Estamos diciendo:
"Señor, perdóname de la manera como yo perdono a los demás".
Escuché
de una niñita a que estaba enfadada con su madre. Una noche, cuando ella la
llevó a la cama temprano y le dijo que orara antes de dormirse, la niñita se
arrodilló y oró por sus hermanos, hermanas, papá, tías, tíos y por todas las
cosas, y al decir "amén", miró a su madre y le dijo: "Supongo
que notaste que no estuviste en mi oración". Bien, ese es el tipo de
oración que no recibe respuesta.
¿Tiene
pecado sin confesar en su corazón ahora mismo? Puede ser grande o pequeño, pero
si hay pecado en su vida, no se asombre de que Dios no esté oyendo su oración. La Biblia enseña en el Salmo 66:18:
"Si en mi corazón yo hubiese consentido la iniquidad, el Señor no me
habría escuchado".
La protección de la oración
Otro
aspecto importante de la oración es la protección que viene con ella.
Mateo 6:13 dice: ''Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal". Existe el diablo que es real y que quiere
impedir que usted permanezca en oración. Él le dice a sus demonios:
"Eviten que tal persona ore. Si logran impedido, podemos vencerlo siempre.
Pero si ora, ¡siempre nos vencerá!".
Se ha
dicho que el diablo tiembla cuando ve de rodillas al santo más débil. Así que,
amigo mío, necesitamos orar. "Señor, no nos metas en tentación".
Y eso
plantea una pregunta real. ¿Dios nos tienta? Santiago 1:13 dice que Dios no
tienta a nadie. En 2 Pedro 2:9 también dice que: "entonces el Señor sabe
rescatar de la prueba a los piadosos...". Así que este pasaje de la
oración del Señor puede traducirse, "guíanos a fin de que no caigamos en
tentación". Debemos orar a diario para que el Señor nos libre.
Permítame
hacerle una pregunta. ¿Alguna vez usted ha cometido un pecado, le ha pedido
perdón a Dios y él lo ha perdonado? Ahora permítame hacerle otra pregunta.
Después de haberle pedido perdón a Dios por ese pecado, ¿volvió usted a cometer
el mismo pecado o uno similar, a pesar de que Dios lo perdonó? ¿Ha repetido ese
pecado más de diez veces y ha venido a Dios diciéndole: "Aquí estoy de
nuevo, lo volví a hacer"?
¿Continúa
perdonándonos? Si somos sinceros, desde luego que lo hace. Él lo perdonará
"setenta veces siete". ¡Él lo perdonará tantas veces como usted
peque! ¡Alabado sea su dulce nombre!
En lo que
a Dios concierne, ¡esta es la primera vez en la vida que usted peca! Porque él
no sólo perdona, ¡sino que también olvida nuestros pecados! "Tan lejos
como está el oriente del occidente, así hizo alejar de nosotros nuestras
rebeliones" (Salmos 103:12).Yen Hebreos 8:12, Dios nos dice que él jamás
se acordará de nuestros pecados.
¡Pero
un momento! ¿No se cansa usted de volver con los mismos pecados viejos? ¿No se
avergüenza? ¿No le da vergüenza cuando vuelve y dice: "Señor, nuevamente
soy yo. Lo hice de nuevo. Fallé otra vez. Dios, ten misericordia de mí"?
¿Por qué sigue viniendo, si Mateo 6:12 dice: "Perdónanos nuestras
deudas"? Yo creo que es debido a que usted ha entendido el versículo 12,
pero no ha entendido el 13.
El
versículo 12 es el perdón de la oración, y el 13 es la protección de
la oración. Y la razón por la que debemos volver a Dios tantas veces a pedirle
perdón es porque no hemos puesto en acción la protección de la oración que nos
impide caer en tentación repetidamente.
Muchos
de nosotros saltamos de la cama en la mañana sintiéndonos bastante bien, y no
nos damos cuenta de la necesidad real de orar. El sol está brillando; tomamos
nuestro desayuno y salimos de casa sintiéndonos bien. Luego en algún momento
del día pasa lo inesperado: Tenemos un choque de frente con Satanás. Él todos
los días cava un hoyo para que usted caiga. Él sabe ponerle trampas.
El
diablo no está interesado en absoluto en usted como persona; su guerra real es
contra Dios. Las personas malvadas siempre han sabido que si no pueden hacerle
daño directamente a alguien, intentarán hacerle daño a alguien a quien esa
persona ama. Y el diablo quiere hacerle daño para intentar afectar a Dios,
porque usted pertenece a Dios.
De esa
manera hemos llegado a hacer peones en esta guerra. ¡El diablo es el enemigo
real! Él ha hecho planes para sabotearnos y dañar a nuestros seres queridos.
Pero nosotros vamos paseando a lo largo del día, todo está bien; entonces
Satanás echa una bomba en nuestro regazo. Llega de manera muy inesperada y
fracasamos. Al final del día, decimos:"¡Dios, lo siento mucho! ¡Señor,
perdóname!". Y él lo hace.
Pero
esta no es una oración para el final del día. Es una oración que debe
hacerse al comienzo del día. Ella no es la cerradura que asegura la
puerta al final del día. Es la llave que abre la puerta al principio del día.
Al
levantarnos, debemos ponernos la armadura de nuestro Señor Jesucristo, y no
hacer ninguna provisión para la carne. Debemos sumergirnos en la presencia y el
poder de Dios.
Dios
construye un muro de fuego alrededor nuestro cuando decimos:" Amado Señor,
líbrame del mal. Amado Señor, guíame para que no caiga en tentación".
¡Cuán importante es que aprendamos a orar!
Nosotros
no oramos por protección simplemente porque pensamos que somos capaces de
protegernos nosotros mismos. ¡Lo peor no es nuestra falta de oración, sino
nuestro orgullo! Pensamos que podemos pasar el día y superar al diablo con
nuestras propias fuerzas. La mejor protección es bajar la defensa y seguir la
ofensiva.
Tengo
un amigo que jugaba fútbol americano y su posición era de defensa. Era rudo y
grande, y amaba al Señor. Un día lo escuché hablar de una conversación
que tuvo con el entrenador. Este le preguntó:
-Mike,
¿harías una búsqueda por mí?
Y Mike
respondió:
-Seguro,
entrenador, ¿qué tipo de jugador quiere que busque?
El entrenador le
dijo:
-Bien,
está la clase de jugador al que golpean, cae y se queda allí.
-No es
el tipo de jugador que queremos, ¿verdad? -dijo Mike.
-¡No!
-respondió el entrenador, y añadió:
-Hay un
tipo de jugador al que golpeas y cae, pero se levanta. Luego lo vuelves a
golpear, cae de nuevo y se levanta. Luego lo derribas y sencillamente sigue
levantándose.
-Ese es
el tipo que queremos, ¿verdad, entrenador? -dijo Mike.
-No,
eso no es lo que queremos -corrigió el entrenador-. Encuentra al tipo que
golpea y derriba a todos. ¡Ese es el tipo que quiero!
Le doy
gracias a Dios porque cada vez que caemos, él nos levanta. ¿Pero no le gustaría
a usted resistir al diablo y hacerlo huir de usted, en lugar de simplemente
decir: "Señor, estoy mal de nuevo, levántame?". La Biblia dice en Romanos
12:21: "No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien".
Necesitamos dejar la defensiva y asumir la ofensiva orando: "Amado Señor,
líbrame del mal y guíame para que no caiga en tentación".
La alabanza de la oración
Lo
último que quiero que usted note es la alabanza de la oración en Mateo
6:13, "Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos.
Amén". Acaba con una nota de alabanza, y comienza con una nota de alabanza:
"Padre nuestro que estás en los cielos: santificado sea tu nombre".
Toda
oración poderosa está saturada de alabanza. ¿Por qué? ¡Porque la alabanza es
una expresión de fe! La fe hace que nuestras oraciones sean respondidas.
Cuando
oramos en la voluntad de Dios con corazones limpios, entonces tenemos todo el
derecho de esperar que Dios nos responda. Así que podemos empezar a alabarlo. Y
si tenemos dificultad con nuestra oración, puede ser porque no estamos
alabándolo lo suficiente.
Billy
Sunday dijo que nosotros necesitamos quitar unos cuantos gemidos de nuestras
oraciones y meter unos cuantos ¡aleluya! La alabanza es algo maravilloso,
poderoso.
La
petición entra en la presencia de Dios para volver a salir llevando algo. Pero
la alabanza entra en la presencia de Dios para quedarse allí para siempre.
Agrada al Señor. Nuestros sacrificios de alabanza bendicen al Señor. La oración
poderosa rebosa de alabanza. Dios habita entre las alabanzas de su pueblo (ver
Salmo 22:3).
Antes
de salir para irme a la universidad, mi padre me dijo:
-Hijo,
me gustaría pagar tu universidad, pero no puedo.
-Papá,
aprecio el hecho de que quieras hacerla -le dije.
Dios me
llamó a predicar y él ha cuidado de mí. Viví de comer apenas lo que llegaba a
mis manos, y a menudo era la mano de Dios la que me alimentaba. Pero para mí
significó tanto que mi papá me hubiera dicho: "Hijo, me gustaría hacerlo
si pudiera".
La
voluntad de mi Padre celestial nunca me dice: "Hijo, me gustaría hacerla,
pero no puedo". Mi Padre celestial es el Rey de reyes. ¡Tenemos el corazón
del Padre y la mano del Rey!
Tenemos
un Padre que puede escucharnos y tenemos el Rey que puede contestarnos.
Debemos orar en serio, fervorosa y expectantemente, y con adoración hacia
él.
Una vez
que estaba hablando con un joven él me dijo:
-Dios
me ha llamado a predicar. Él quiere que vaya a prepararme, pero no tengo nada
de dinero. Así que supongo que no podré ir.
-¿Si un
millonario te ayudara, irías? -le pregunté. Sus ojos se iluminaron al tiempo
que decía:
-Seguro
que iría.
-Tienes
al dueño del mundo, el Dios omnipotente -le dije.
A donde
Dios guía él provee. ¿Si Dios no puede hacerla, quién puede? Dios puede
usar a un millonario, u otros medios, pero ¡yo quiero decirle que suyo es el
reino, el poder, y la gloria! ¡Qué gran Dios tenemos a quien orar! Y qué necios
somos si no aprendemos a orar.
Usted
no fracasa en su vida a menos que sea realmente un fracaso en la oración. No hay
pecado en su vida que la oración apropiada no evite. No hay necesidad en su
vida que no pueda ser satisfecha si usted aprende a orar. Así que quiero que
diga junto con los discípulos, y con mi propio corazón:
¡Señor,
enséñame a orar!
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