Hombres de Oración
Por E. M. Bounds
Por E. M. Bounds
Yo juzgo que mi oración es más poderosa que Satanás; si no
fuera así, Lutero habría sido tratado de una manera muy diferente hace mucho
tiempo. Sin embargo, los hombres no verán ni reconocerán las grandes maravillas
o milagros que Dios efectúa en mi favor. Si abandonara la oración por un solo
día, perdería una gran parte del fuego de la fe.
Martín Lutero
Antes de
Pentecostés los apóstoles tuvieron solamente vislumbres de la importancia de la
oración. Pero el Espíritu que descendió y los llenó en Pentecostés eleva la
oración a su posición vital y decisiva en el evangelio de Cristo. El
llamamiento a la oración a todos los fieles constituye la demanda más alta y
exigente del Espíritu. La piedad de los santos se refina y perfecciona por la
oración. El evangelio marcha con pasos tardos y tímidos cuando los santos no
hacen largas oraciones temprano en el día.
¿Dónde están los
líderes cristianos que pueden poner a orar a los santos modernos y enseñarles
esta devoción? ¿Nos hemos dado cuenta de que estamos levantando una colección
de santos sin oración? ¿Dónde están los líderes apostólicos que pueden poner a
orar al pueblo de Dios? Que pasen al frente y hagan el trabajo, será la obra
más grande que puedan realizar. Un aumento de facilidades educativas y de
recursos pecuniarios sería la maldición más terrible si estos elementos no
estuvieren santificados por oraciones más fervorosas y frecuentes. Pero una
devoción profunda no vendrá como algo natural. La campaña para los fondos del
siglo veinte o treinta no beneficiará sino dificultará nuestras oraciones si no
somos cuidadosos. Sólo producirá efecto una acción específica y bien dirigida.
Los miembros más distinguidos deben guiar en el esfuerzo apostólico de radicar
la importancia vital y el hecho de la oración en el corazón y vida de la
iglesia. Únicamente los líderes que oran pueden tener seguidores en la oración.
Los líderes que oran producirán santos que oren. Un púlpito que ora dará por
resultado una congregación que ore. Necesitamos grandemente de alguien que
ponga a los santos en la tarea de orar. No somos una generación de santos que
oran. Los santos que no eran son un grupo mendicante que no tiene ni el ardor,
ni la belleza, ni el poder de los santos. ¿Quién restaurará esta brecha? Será
el más grande de los reformadores y apóstoles el que ponga a la iglesia a orar.
Consideramos como
nuestro juicio más sobrio que la gran necesidad de la iglesia en ésta y en
todas las épocas es de hombres de una fe avasalladora, una santidad sin mancha,
un marcado vigor espiritual y un celo consumidor; que sus oraciones, fe, vida y
ministerio sean de una forma tan radical y agresiva que efectúen revoluciones
espirituales que hagan época en la vida individual y de la iglesia.
No queremos decir
hombres que causen sensación con sus planes novedosos, o que atraigan con
agradables entretenimientos; sino hombres que produzcan movimiento y conmoción
por la predicación de la
Palabra de Dios y por el poder del Espíritu Santo, una
revolución que cambie todo el curso de las cosas.
La habilidad
natural y las ventajas de la educación no figuran como factores en este asunto,
sino la capacidad por la fe, la habilidad para orar, el poder de una
consagración completa, la aptitud para ser humilde, una absoluta rendición del
yo para la gloria de Dios y un anhelo constante e insaciable de buscar toda la
plenitud de Dios, hombres que puedan encender a la iglesia en fervor a Dios; no
de una manera ruidosa y con ostentación, sino con un fuego quieto que derrita y
mueve todo hacia Dios.
Dios puede hacer
maravillas con el hombre a propósito. Los hombres pueden hacer milagros si
llegan a consentir que Dios los dirija. La investidura plena del espíritu que
transformó al mundo sería eminentemente útil en estos días. La necesidad
universal de la iglesia es de hombres que puedan agitar poderosamente para Dios
todo lo que les rodea, cuyas revoluciones espirituales cambien todo el aspecto
de las cosas. La iglesia nunca ha marchado sin estos hombres, ellos adornan a
su historia; son los milagros permanentes de la divinidad de la iglesia; su
ejemplo y hechos son de inspiración y bendición incesante. Nuestra oración ha
de ser porque aumentan en número y poder.
Lo que ha sido
hecho en asuntos espirituales puede verificarse otra vez y en condiciones
mejores. Esta era la opinión de Cristo. Él dijo: "De cierto, de cierto os
digo: el que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y mayores
que éstas hará; porque yo voy al Padre." El pasado no ha limitado las
posibilidades ni las demandas para hacer grandes cosas por Dios. La iglesia que
se atiene únicamente a su historia pasada para sus milagros de poder y gracia
es una iglesia caída.
Dios quiere
hombres elegidos, hombres para quienes el yo y el mundo han desaparecido por
una severa crucifixión, por una bancarrota que ha arruinado tan totalmente al
yo y al mundo que no hay ni esperanza ni deseo de recuperarlos; hombres que por
esta crucifixión se han vuelto hacia Dios con corazón perfecto.
Oremos ardientemente para que la promesa que Dios ha hecho a la oración se
realice más allá de lo que imaginamos.
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