La Unción y la Oración
Por E. M. Bounds
Todos los esfuerzos del ministro serán vanidad o
peor que vanidad si no tiene unción. La unción debe bajar del cielo y
esparcirse como un perfume dando sabor, sensibilidad y forma a su ministerio; y
entre los otros medios de preparación para su cargo, la Biblia y la oración deben
tener el primer lugar, y también debemos terminar nuestro trabajo con la Palabra de Dios y la
oración.
Richard Cecil
En el sistema
cristiano la unción es el ungimiento del Espíritu Santo, que aparta a los
hombres para la obra de Dios y los habilita para ella. Esta unción es la única
cosa divina que capacita, por la cual el predicador logra los fines peculiares
y salvadores de la predicación. Sin esta unción no se obtienen verdaderos
resultados espirituales; los efectos y fuerzas de la predicación no exceden a
los resultados de la palabra no consagrada. Sin unción ésta tiene tanta
potencia como la del púlpito.
La unción divina
sobre el predicador genera por medio de la Palabra de Dios los resultados espirituales que
emanan del evangelio; y sin esta unción no se consiguen tales resultados. Se
produce una impresión agradable pero muy lejos de los fines de la predicación
del evangelio. La unción puede ser simulada. Hay muchas cualidades que se le
parecen, hay muchos resultados que se asemejan a sus efectos, pero que son
extraños a sus resultados y a su naturaleza. El fervor o el enternecimiento
causados por un sermón patético o emocional pueden parecerse al efecto de la
unción divina, pero no tienen la fuerza punzante que penetra y quebranta el
corazón. No hay bálsamo que cure el alma en este enternecimiento exterior que
obra por emoción y por simpatía; su resultado no es radical, no escudriña, no
sana del pecado.
Esta unción divina
es el único rasgo de distinción, que separa la predicación del verdadero
evangelio de todos los otros métodos de presentarlo, que refuerza y penetra la
verdad revelada con todo el poder de Dios. La unción ilumina la Palabra, ensancha y
enriquece el entendimiento capacitándola para asirla y afianzarla. Prepara el
corazón del predicador y lo pone en esa condición de ternura, pureza, fuerza y
luz que es necesaria para obtener los resultados más satisfactorios. Esta
unción da al predicador libertad y amplitud de pensamiento y de alma, una
independencia, vigor y exactitud de expresión que no pueden lograrse por otro
proceso.
Sin esta unción
sobre el predicador, el evangelio no tiene más poder para propagarse que
cualquier otro sistema de verdad. Este es el sello de su divinidad. La unción
en el predicador pone a Dios en el evangelio. Sin la unción, Dios está ausente
y el evangelio queda a merced de las fuerzas mezquinas y débiles que la
ingenuidad, interés o talento de los hombres pueden planear para recomendar y
proyectar sus doctrinas.
En este elemento
falla el púlpito más que en cualquier otro. Fracasa precisamente en este punto
importantísimo. Posee conocimientos, talento y elocuencia, sabe agradar y
encantar, atrae a multitudes con sus métodos sensacionales; el poder mental
imprime y hace cumplir la verdad con todos sus recursos; pero sin esta unción,
todo esto será como el asalto de las aguas sobre Gibraltar. La espuma cubre y
resplandece; pero las rocas permanecen quietas, sin conmoverse, inexpresivas.
Tan difícil es que las fuerzas humanas puedan arrancar del corazón la dureza y
el pecado como el oleaje continuo del océano es impotente para arrebatar las
rocas. Esta unción es la fuerza que consagra y su presencia una prueba
constante de esa consagración. El ungimiento divino del predicador asegura su
consagración a Dios y a su obra. Otras fuerzas y motivos pueden haberlo llamado
al ministerio, pero solamente aquello puede ser consagración. Una separación
para la obra de Dios por el poder del Espíritu Santo es la única consagración
reconocida por Dios como legítima.
Esta unción, la
unción divina, este ungimiento celestial es lo que el púlpito necesita y debe
tener. Este aceite divino y celestial derramado por la imposición de manos de
Dios, tiene que suavizar y lubricar al individuo --corazón, cabeza y espíritu--
hasta que lo aparta con una fuerza poderosa de todo lo que es terreno, secular,
mundano, de los fines y motivos egoístas para dedicarlo a todo lo que es puro y
divino.
La presencia de
esta unción sobre el predicador crea conmoción y actividad en muchas
congregaciones. Las mismas verdades han sido dichas con la exactitud de la
letra sin que se vea ninguna agitación, sin que se sienta ninguna pena o
pulsación. Todo está quieto como un cementerio. Viene otro predicador con esta
misteriosa influencia; la letra de la Palabra ha sido encendida por el Espíritu, se
perciben las angustias de un movimiento poderoso, es la unción que penetra y
despierta la conciencia y quebranta el corazón. La predicación sin unción
endurece, seca, irrita, mata todo.
La unción no es el
recuerdo de una era del pasado; es un hecho presente, realizado, consciente.
Pertenece a la experiencia del hombre tanto como a su predicación. Es la que lo
transforma a la imagen de su divino Maestro y le da el poder para declarar las
verdades de Cristo. Es tanta su fuerza en el ministerio que sin ella todo
parece débil y vano, y por su presencia compensa la ausencia de todas las otras
potencialidades.
Esta unción no es
un don inalienable. Es un don condicional que puede perpetuarse y aumentarse
por el mismo proceso con que se obtuvo al principio; por incesante oración a
Dios, por vivo deseo de Dios, por estimar esta gracia, por buscarla con ardor
incansable, por considerar todo como pérdida y fracaso si falta.
¿Cómo y de dónde
viene esta unción? Directamente de Dios en respuesta a la oración. Solamente
los corazones que oran están llenos con este aceite santo; los labios que oran
están llenos con este aceite santo; los labios que oran son los únicos ungidos
con esta unción divina.
La oración, y
mucha oración, es el precio de la unción en la predicación y el requisito único
para conservarla. Sin oración incesante la unción nunca desciende hasta el
predicador. Sin perseverancia en la oración, la unción, como el maná guardado
en contra de los prevenido, cría gusanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario